Dolo, ingrediente del Dololed

Alberto Donadio
31 de enero de 2020 - 05:00 a. m.

Gracias al destape formidable del periodista Pablo Correa de El Espectador, los consumidores del supuesto producto natural Dololed, que creían que aliviaban sus dolores y sus inflamaciones con la inofensiva Calendula officinalis, hoy están enterados de que ese alivio venía no de una planta sino del diclofenaco que se le agregaba al compuesto.

Muchas personas se sienten engañadas, dicen que el Dololed les produjo alergias y otras reacciones, piden la intervención del Gobierno porque creían que estaban ingiriendo una sustancia para la ciática, para la tendinitis, para la artritis, proveniente de extractos de una planta. Pero el fabricante, Laboratorios Pronabell, de Funza, Cundinamarca no ocultó nada. El que piense que Dololed se llama así porque alivia el dolor, no consideró que Dololed también viene de dolo, que significa la voluntad maliciosa de engañar a alguien, el propósito deliberado de cometer un delito a sabiendas de su ilicitud. En la cajita estaba bien claro el nombre para que todos lo vieran, la tabletica estaba bautizada con dolo. Fue un fraude a ojos vistas, a la luz del día. Además de caléndula y diclofenaco había otro ingrediente químicamente puro: el dolo.

La verdad la descubrió la doctora Elena Stashenko, de la Universidad Industrial de Santander. Una persona que sufrió síntomas severos al tomar Dololed pidió un análisis a la UIS. ¿Qué se encontró? “Oh sorpresa, el componente mayoritario ha sido el diclofenaco”, dijo la doctora. Luego el laboratorio de la UIS compró más Dololed en farmacias de Bucaramanga. ¿Qué se encontró? “Nos topamos con una sorpresa grande, diferentes lotes muestran presencia de diclofenaco”, señaló la doctora. En un tercer análisis, hecho en enero de 2020, la UIS consiguió Dololed en otras ciudades. ¿Qué se encontró? “Oh sorpresa, ahí está presente el señor diclofenaco en todas las muestras”, afirmó la doctora.

Estas contundentes afirmaciones de una científica no fueron tomadas en cuenta por el director del Invima, Julio César Aldana Bula, natural de Sahagún. Aldana señaló en un principio que puede tratarse de “falsificación de un tercero o producto de una ilegalidad del titular del registro sanitario”. Sin necesidad de examinar sus palabras en un laboratorio de cromatografía, es obvio que el director sugería que terceros distintos a Pronabell vendían el Dololed con diclofenaco a espaldas del laboratorio. Esto implicaría que Pronabell jamás se percató de que los falsificadores le quitaron el mercado.

Resulta curioso que todas las muestras analizadas por la doctora Stashenko, compradas al azar, contenían diclofenaco. ¿Por qué el director del Invima no expuso otras hipótesis? A saber, que Pronabell fuera de su sede producía el Dololed con dolo y con diclofenaco. O que en doloso outsourcing mantenía alianzas con terceros que fabricaban el Dololed con caléndula, dolo y diclofenaco. Qué crédulo, ingenuo y cándido resultó el director del Invima. Será muy difícil aceptar los resultados de una investigación adelantada por Julio César Aldana Bula.

La Procuraduría intervino. Y debe dilucidar, entre otros misterios, si el Dololed contiene diclofenaco desde que se lanzó al mercado o si el dolo patente, flagrante, manifiesto y evidente, se le agregó a la tabletica tiempo después. Qué infamia contra la caléndula.

P.S. ¿Dónde se reveló esta historia? ¿En Facebook, en Twitter, en redes sociales? No. En un viejo periódico fundado 117 años antes que Facebook.

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