Colombia y Estados Unidos, miembros de La Internacional Populista
Solo la conexión populista entre Donald Trump y Álvaro Uribe explica que el gobierno Duque haya cometido el mismo error del gobierno Uribe, uno de los más costosos para Uribe.
Gracias por ser nuestro usuario. Apreciado lector, te invitamos a suscribirte a uno de nuestros planes para continuar disfrutando de este contenido exclusivo.El Espectador, el valor de la información.
Solo la conexión populista entre Donald Trump y Álvaro Uribe explica que el gobierno Duque haya cometido el mismo error del gobierno Uribe, uno de los más costosos para Uribe.
El Gobierno colombiano metió otra vez todos los huevos en el mismo saco. Si Donald Trump pierde las elecciones, como perdió John McCain en 2008, Duque puede sufrir también altos costos. A pesar de que el Plan Colombia fue creado por un presidente demócrata, y logró apoyo bipartidista, el gobierno Uribe se alió íntimamente con el gobierno de George W. Bush, al punto que fue de los muy pocos países latinoamericanos en apoyar la invasión a Irak. Una explicación es que el atentado contra las torres gemelas y la consecuente “guerra contra el terrorismo” casó perfecto con el proyecto de seguridad de Uribe. Le sirvió además para apropiarse del Plan Colombia cambiándole políticamente el nombre por Seguridad Democrática. Así invisibilizó la razón que le permitió ejercer la seguridad desde el primer día de su gobierno, monopolizando los aplausos que debía compartir con Andrés Pastrana y Bill Clinton. El matrimonio de Uribe con el partido Republicano llegó al extremo de recibir al candidato John McCain en plena campaña electoral.
Romper el lazo bipartidista tuvo un efecto grande. Los congresistas demócratas frenaron la aprobación del tratado de libre comercio, al punto de que solo se aprobó cuando Uribe había dejado de ser presidente. Aunque en parte la razón era que los demócratas no querían asumir el costo político de aprobar tratados de libre comercio en año electoral, lo atribuyeron a los problemas del gobierno Uribe en materia de derechos humanos y sindicales, una acusación grave.
Inmiscuirse directamente en la campaña presidencial apoyando a McCain contra Obama tuvo un efecto igualmente grande. Luego de la fallida apuesta electoral, Uribe presentó un indigno autógrafo de Barack Obama en una servilleta (obtenido en un almuerzo en la Cumbre de las Américas) como prueba de que el nuevo presidente lo había perdonado. Pero en la visita presidencial a Washington, presionada desesperadamente por Uribe, Obama lo humilló, no solo expresando preocupación por la situación de derechos humanos bajo su gobierno, sino desaprobándole en la cara la segunda reelección. Dos periodos bastan, y después de ocho años el pueblo quiere cambio, le dijo Obama públicamente. Unos meses después la secretaria de Estado Hillary Clinton, y hasta el embajador Brownfield, fueron más enfáticos en desaprobar la permanencia de Uribe en el poder. Esa señal de Obama derrumbó el apoyo de buena parte del establecimiento y de sectores democráticos a la segunda reeleción, y le dio aire a la oposición política e institucional a la iniciativa.
Aunque el gobierno Duque trató de disimular su relación con la campaña estadounidense, el propio Trump ha hecho alarde del vínculo utilizando la misma bandera populista uribista del “castrochavismo”. Hace unos años nadie habría creído que el hombre más poderoso del mundo copiaría a un caudillo colombiano para salvar su reelección. Pero es que pocos se imaginaron que el populismo autoritario cruzaría el Rio Grande y que se conformaría La Internacional Populista.