Las vices

Ana Cristina Restrepo Jiménez
02 de junio de 2018 - 04:00 a. m.

Si el próximo presidente de Colombia cree que tendrá “detrás” a una gran mujer, no está ni tibio.

Para los rotulados como “de centro” y los indecisos, las opciones democráticas disponibles son, en apariencia, sólo cuatro: votar por uno de los dos candidatos, abstenerse (por las circunstancias y época del año, posiblemente esa opción crecerá), atender el llamado de Sergio Fajardo y Humberto de la Calle (o el de su propia conciencia) a votar en blanco y, por último, esa forma de protesta —con ánimos anarquistas— que es la anulación voluntaria del voto: dibujarle un hocico al candidato de Uribe o cachos a Gustavo Petro.

Dado que es la primera vez que tendremos una vicepresidenta en nuestra historia, vale la pena observar este cargo como el quinto factor a considerar. Aunque las vices no pueden redefinir las funciones, sí tienen la posibilidad de incrementar —en cantidad y calidad— su rango de participación en las decisiones públicas, marcar una nueva pauta de liderazgo.

El proceder público de Marta Lucía Ramírez y Ángela María Robledo permite una predicción instantánea: no serán un adorno del poder. La que ascienda, lo hará para hacer historia. No tienen carácter ni voz ni currículo de subordinadas.

“No es fácil hacer encajar a las mujeres en una estructura que, de entrada, está codificada como masculina: lo que hay que hacer es cambiar la estructura —sostiene la profesora Mary Beard en su obra Mujeres y poder—. Y eso significa que hay que considerar el poder de forma distinta; significa separarlo del prestigio público; significa pensar de forma colaborativa, en el poder de los seguidores y no sólo de los líderes; significa, sobre todo, pensar en el poder como atributo o incluso como verbo («empoderar»), no como una propiedad”.

Cuando la posibilidad del máximo poder en un país se transforma en incertidumbre para muchos votantes —o en temor en lugar de confianza—, es necesario transformar la perspectiva.

Ramírez: candidata presidencial, senadora, embajadora, ministra de Comercio Exterior y de Defensa (estuvo al frente de la cartera durante la Operación Orión; la ministra del Gobierno en el cual los falsos positivos fueron sistemáticos). El candidato de Uribe será el quinceañero a quien sus padres “le sueltan el carro”: le permiten manejar alrededor de la manzana mientras papá Álvaro está ocupado en el Senado, en tanto que mamá Marta le presta la cabrilla un rato si no hay a la vista autoridades que noten al aprendiz. Ella sería el fuete que exalta los bríos del potro.

Robledo renunció a la Alianza Verde para unirse a Petro. En dos oportunidades ha sido elegida la mejor congresista del país. Es una fiera para defender los derechos humanos, la inclusión social, la equidad de género. Ella sería las espuelas ante cualquier amago de desboque.

Para quienes marcarán la equis sobre una cara: por su origen político e historia, Ramírez multiplicaría lo peor del candidato de Uribe. Por los mismos motivos, Robledo equilibraría a Gustavo Petro.

Para quienes votarán en blanco: eso es lo que viene.

 

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