Peñalosa, controvertido pero buen administrador
Gobernar no es tarea fácil. Estar en la vida pública es complejo. Y mantener a todos los ciudadanos contentos es casi un imposible. La revocatoria de alcaldes se ha convertido en una labor obligada de aquellos que no quedaron contentos con los resultados electorales o igualmente de los enemigos políticos. Es que, si bien la democracia es la voz del pueblo y la revocatoria fue establecida como un mecanismo de participación en el que los ciudadanos evalúan la gestión de los alcaldes, ésta sin lugar a dudas se ha convertido en una herramienta de oposición política. Si a una parte de la sociedad no le gusta el alcalde, entonces nos someten a una revocatoria que implica un gasto alto con unas nuevas elecciones.
Peñalosa puede ser controvertido, puede que sus programas no les gusten a todos. Sus decisiones pueden ser polémicas, pero al menos se habla, porque hace y piensa en una nueva ciudad. Se cuestiona el Transmilenio, pero no ha habido nada mejor propuesto por los alcaldes que lo sucedieron; que apoyará el metro elevado y no uno subterráneo; se critican sus ciclovías, cuando no hay ni transporte público eficiente ni vías por donde circular; se cuestiona el desarrollo de la Reserva Thomas van der Hammen; se critican los altos impuestos prediales y que no se vean las obras en las zonas circundantes, como en el norte, donde las vías están llena de huecos; no se está de acuerdo con la financiación de nuevos proyectos de vías y parques con la venta de la ETB, una empresa cada vez más desvalorizada ante los cambios de tecnología, e igualmente con nuevas valorizaciones para los estratos 4, 5 y 6. La lista es interminable, pero cada alcalde tiene la suya. Este porque hace, los otros porque no hacen.
Todo esto para decir que, aunque hay desacuerdos en lo que hace y en la forma como lo hace, sí hay alguien pensando en la ciudad. Se cuestionan sus decisiones, pero es un ejecutivo, y lo más importante es que hay alguien pensando y diseñando el futuro de Bogotá. La ciudad de Peñalosa es la ciudad que tenemos desde hace más de 20 años. Han pasado muchos alcaldes y ninguno ha traído ideas nuevas. Puede que les hayan dado mas énfasis a los programas sociales o a la promoción económica, pero casi ninguno ha pensado en el futuro de la ciudad y en dejar un Plan de Desarrollo a más de 20 años.
En otras palabras, nuevamente recojo una pregunta de un editorial del 4 de enero de El Espectador, que decía: “¿No sería mejor seguir fomentando debates frontales sobre los temas álgidos, pero sin obstaculizar por completo que se ponga en marcha un plan para Bogotá?”. Y es que atender la revocatoria y, en el caso, una nueva elección sería una distracción de lo fundamental, que sería administrar la ciudad.
Gobernar no es tarea fácil. Estar en la vida pública es complejo. Y mantener a todos los ciudadanos contentos es casi un imposible. La revocatoria de alcaldes se ha convertido en una labor obligada de aquellos que no quedaron contentos con los resultados electorales o igualmente de los enemigos políticos. Es que, si bien la democracia es la voz del pueblo y la revocatoria fue establecida como un mecanismo de participación en el que los ciudadanos evalúan la gestión de los alcaldes, ésta sin lugar a dudas se ha convertido en una herramienta de oposición política. Si a una parte de la sociedad no le gusta el alcalde, entonces nos someten a una revocatoria que implica un gasto alto con unas nuevas elecciones.
Peñalosa puede ser controvertido, puede que sus programas no les gusten a todos. Sus decisiones pueden ser polémicas, pero al menos se habla, porque hace y piensa en una nueva ciudad. Se cuestiona el Transmilenio, pero no ha habido nada mejor propuesto por los alcaldes que lo sucedieron; que apoyará el metro elevado y no uno subterráneo; se critican sus ciclovías, cuando no hay ni transporte público eficiente ni vías por donde circular; se cuestiona el desarrollo de la Reserva Thomas van der Hammen; se critican los altos impuestos prediales y que no se vean las obras en las zonas circundantes, como en el norte, donde las vías están llena de huecos; no se está de acuerdo con la financiación de nuevos proyectos de vías y parques con la venta de la ETB, una empresa cada vez más desvalorizada ante los cambios de tecnología, e igualmente con nuevas valorizaciones para los estratos 4, 5 y 6. La lista es interminable, pero cada alcalde tiene la suya. Este porque hace, los otros porque no hacen.
Todo esto para decir que, aunque hay desacuerdos en lo que hace y en la forma como lo hace, sí hay alguien pensando en la ciudad. Se cuestionan sus decisiones, pero es un ejecutivo, y lo más importante es que hay alguien pensando y diseñando el futuro de Bogotá. La ciudad de Peñalosa es la ciudad que tenemos desde hace más de 20 años. Han pasado muchos alcaldes y ninguno ha traído ideas nuevas. Puede que les hayan dado mas énfasis a los programas sociales o a la promoción económica, pero casi ninguno ha pensado en el futuro de la ciudad y en dejar un Plan de Desarrollo a más de 20 años.
En otras palabras, nuevamente recojo una pregunta de un editorial del 4 de enero de El Espectador, que decía: “¿No sería mejor seguir fomentando debates frontales sobre los temas álgidos, pero sin obstaculizar por completo que se ponga en marcha un plan para Bogotá?”. Y es que atender la revocatoria y, en el caso, una nueva elección sería una distracción de lo fundamental, que sería administrar la ciudad.