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Turbulencia, timidez y turbiedad

Andrés Hoyos
11 de febrero de 2009 - 03:20 a. m.

LA NAVE EN QUE VIAJAMOS LOS COlombianos está metida en una prolongada turbulencia por cuenta, propongo yo, de una rara mezcla entre timidez y turbiedad.

La turbiedad empieza en la Casa de Nariño, donde tenemos instalado a un presidente que no se digna explicarnos lo que hace ni, mucho menos, lo que quiere hacer. ¿Segunda reelección? Sí y no, o todo lo contrario. Además, Uribe protege a sus funcionarios más incompetentes, como el Ministro de Transporte, lo que en su idioma iracundo quiere decir: yo hago lo que me da la gana. En el Gobierno la turbiedad se extiende del Presidente para abajo, pues si el jefe puede ignorar a los ciudadanos en forma olímpica, ¿por qué los demás tendrían que actuar de otro modo? Con todo, una personalidad especialmente turbia es la del Ministro de Defensa, Juan Manuel Santos. No contento con dar saltos mortales en política, este antiguo Ministro de Hacienda del gobierno de Pastrana, de signo opuesto al actual, lleva años y años diciendo mentiras, como la de los sobrevuelos del otro día. En mi caso, la indignación cede el paso a la perplejidad. ¿Qué demonios busca Santos con eso? No veo que su reiterada mendacidad le traiga beneficios políticos de ninguna especie: antes al contrario, está regalando a sus contrincantes políticos munición invaluable. ¿Cómo podría justificarse que sea presidente del país un mitómano congénito que emigra siempre según sople el viento? Ignoro qué piense el resto de la gente; para mí la imagen del ministro es irrecuperable.

Demos un salto a la oposición. Aunque en el bando opuesto no faltan turbiedades, digamos las de Morris y Botero, lo que exaspera en la oposición es la extrema timidez, otra forma de decir la cobardía política a la hora de reconocer errores y cambiar de rumbo. Ejemplifiquemos lo dicho con el grupo de Colombianos por la Paz. Tras pensarlo mucho y expresándolo con extrema suavidad, el grupo les escribió a las Farc que debían dejar el secuestro. ¡Bravo! En días pasados Carlos Lozano agregó, motu proprio, que asimismo era mejor no sembrar más minas porque, digo yo, mientras se salvan seis secuestrados en medio de un gran ruido mediático, día tras día saltan en pedazos campesinos inocentes, mutilados o asesinados por las minas que siguen sembrando las Farc y el Eln. Aún así, se le abona a Lozano su micropaso adelante. Pero ya en esas, ¿para cuándo van a dejar la carta que diga que la lucha armada no tiene vigencia, si es que alguna vez la tuvo?

Entre la oposición se repite mucho la palabra “negociación”, incluso cito la bonita frase de Luis Eduardo Celis en este periódico: “Negociación global del conflicto”. Pero, ¿qué se puede negociar con las Farc mientras no se comprometan a dejar las armas? No tendré que explicar, imagino, que una negociación cuyo horizonte sea el fin de la lucha armada no es lo mismo que un intercambio humanitario (frase entre turbia y tímida) que, por ejemplo, no garantice ni siquiera el fin de los secuestros. En la primera se puede ceder en lo sustancial, así yo sea de la opinión que cualquier Jojoy con plenos derechos políticos en el Congreso del país es un imposible moral. Los detalles de la segunda los dejo a los optimistas. Por si acaso, las Farc acaban de ponerla suave: exigen liberar 500 guerrilleros a cambio de los 22 oficiales “canjeables”. Nada dicen de los secuestros extorsivos. ¡Buena suerte!

andreshoyos@elmalpensante.com

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