Esta frase la tiene tatuada Neymar Jr. en su cuello, y era una de las preferidas del difunto presidente de la AFA, Julio Grondona. Seguramente con diferente connotación para cada uno de ellos por su manera de ver la vida. Salvo que sea para olvidar una experiencia amarga y dañina, es una de las más permisivas y cínicas del idioma español.
A raíz de los hechos del sábado en Villavicencio, sobre todo en el segundo tanto del Magdalena, donde la pasividad de los defensores de Llaneros fue sumamente sospechosa, el mundo del fútbol tiene una vez más a esta patria en la mira. Los únicos al parecer que opinan diferente, según lo que declararon en los medios de comunicación, son los técnicos y presidentes del “ciclón” bananero y del “equipo de la media Colombia”.
Lamentable que nos miren por este tipo de situaciones, donde factiblemente algo anormal pasó. Bien sea que hubo amaño o no, si fue por cobrar viejas rencillas o acaso un tema de apuestas.
El presidente de la Dimayor, Fernando Jaramillo, afirmó ayer en Caracol Radio que se va a proceder a investigar con intervención también de la Fiscalía General de la Nación. Espera obtener resultados lo más pronto posible para tomar decisiones. Mientras tanto, el ascenso del Unión sigue en pie e incluso se jugará la final de la B este sábado contra Cortuluá. Suspender la promoción de los samarios mientras se demuestre lo contrario, hablaría mucho mejor de transparencia.
Se pierde una gran oportunidad de mejorar la percepción que se tiene de lo que siempre se dice de nosotros. No se sabe cuánto pueden durar a ciencia cierta esas “investigaciones exhaustivas”, por eso darle el chance a que se siga exponiendo el prestigio del balompié colombiano es muy riesgoso. Incluso el Cortuluá, que hizo todo bien para subir, debería expedir al menos un comunicado antes de disputar el compromiso que define al campeón del año, manifestando lo que piensa de la bochornosa opereta en los Llanos.
Esta coyuntura tendría que inspirar a la Dimayor para aprovechar las buenas relaciones con la Liga española para asesorarse y reformar de paso las reglas alrededor de la participación de los futbolistas y sus familiares que actúan en sus eventos en apuestas que tengan que ver con los mismos para evitar suspicacias futuras. No es descartable esa posibilidad.
Capítulos anteriores en instancias similares, como aquel de los goles que le permitió Valledupar al Real Cartagena o la mano de Lazaga del Cúcuta que quedaron impunes, hay que corregirlos para siempre. Hoy esas cosas ya no pasan con la tecnología que se está imponiendo. Proteger a los niños de ese mal ejemplo es imperativo. Merecemos conocer la verdad de lo que realmente aconteció con nombres y apellidos, y determinaciones ejemplarizantes.
Estamos a tiempo de demostrarle al planeta que queremos mejorar y que ninguna de las versiones del “todo pasa” va a ser aceptada ni en la cotidianidad ni en el fútbol. Hay que sentar un precedente inmaculado. No a la indiferencia y a la normalización de conductas vergonzosas.