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El fútbol de hoy está en tiempos de recambio. Necesitamos a alguien en quien creer. Alguien que como Messi o Cristiano en su momento, antes Ronaldinho y más atrás Zidane, antes Maradona y antes Pelé, para no hablar de Cruyff, que nos hicieran creer, aunque fuera mentira, que todo es posible.
El otro día fui al Circo del Sol de Messi con mis hijos. Gran show. Al final se extiende una camiseta de Messi y arriba hay un letrero que dice que todos llevamos un diez adentro, o algo así. La verdad es que estos tipos nos hacen creer que todo es posible aunque no sea cierto, porque la verdad es que no todo es posible. Los sueños en la vida real se logran a medias y hay que aprender a valorarlos como tales. La vida es imperfecta, la felicidad no es completa ni el éxito es absoluto.
Pero es cierto que necesitamos figuras, espejos humanos que nos motiven, que nos hagan creer que todo es posible, aunque no sea verdad. Vinicius ha llegado en el ocaso de Messi y Ronaldo para darnos algo de ese placebo que necesitamos para creer, aunque sea mentira, que todo se puede.
Cuando Vinicius llegó al Real Madrid procedente del Flamengo, siendo menor de edad, era solo una promesa más en un mundo del fútbol acostumbrado a ver fracasar a estos seres inflados por el mercadeo y la prensa en aras de ganar millones a costa de ellos. Sus números en un comienzo no llenaron la expectativa de nadie, excepto la de Florentino Pérez, presidente del Real Madrid. La gente se burlaba de su falta de definición y su nerviosismo. Para completar, los insultos en su contra por temas de racismo crecieron en la misma medida en la que el brasileño se quejaba. Sin embargo, él supo seguir trabajando al tiempo que aprendía a hacer oídos sordos a lo que se decía desde todos lados.
En resumen, no ha habido una sola temporada en la que su rendimiento no haya ascendido, al punto que ya bate récords de Messi o CR7, como el hecho de ser el jugador más joven en marcar goles en dos finales de Champions o ser el futbolista más joven en haber ganado dos Champions. En fin, en materia de récords siempre habrá uno más por superar.
Por ahora los números de Pelé, Maradona, Messi o CR7 son superiores, pero el hecho de que haya llegado Vinicius a ocupar el inobjetable lugar como mejor futbolista del mundo no puede más que llenarnos de alegría. No solo por el hecho de ser suramericano o haber superado el bullying por racismo, sino por haberse ganado ese lugar a punta de sacrificio, trabajo y espíritu de superación.
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