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El cortejo

Arlene B. Tickner
05 de octubre de 2022 - 05:02 a. m.

La visita del secretario de Estado, Antony Blinken, a Colombia, Chile y Perú debe leerse dentro del marco general de preocupación por la incursión de Pekín en América Latina, emisión de señales sobre la importancia de la región pese a la concentración estadounidense en las amenazas geoestratégicas planteadas por Rusia y China, y acercamiento a los gobiernos sin distingo ideológico siempre y cuando estén comprometidos con la democracia, los derechos humanos y el Estado de derecho. No obstante, en el caso colombiano existe un ingrediente adicional, correspondiente a la percepción en Washington de que la estrecha asociación que ha caracterizado la relación bilateral históricamente corre riesgo de diluirse en manos de Gustavo Petro. De ahí la búsqueda rápida y pragmática de acercamientos que permitan revalidar los lazos binacionales y preservar algo de la alianza estratégica existente.

Por falta de otro término, el cortejo ofrece una buena analogía para describir lo que ha sido hasta ahora el comportamiento estadounidense frente al nuevo ocupante de la Casa de Nariño. Como en las relaciones interpersonales, en diplomacia este avanza en varias etapas. Los encuentros iniciales arrancaron temprano, con una llamada de felicitación de Blinken seguida por otra del presidente Biden. Antes incluso de la posesión presidencial, la Casa Blanca propuso un encuentro de alto nivel en Bogotá en el que sus voceros-pretendientes dieron a conocer el compromiso de Estados Unidos con el éxito del Gobierno entrante y la voluntad de realinear sus prioridades con las de Petro.

Desde entonces ha habido varias reuniones de exploración y expresión de interés en las dos capitales, así como en Nueva York en el marco de la Asamblea General de la ONU. En estas el esfuerzo de las partes por congraciarse mutuamente, por enfatizar la convergencia de agendas en medio ambiente, paz y derechos humanos, y por minimizar las diferencias respecto a drogas ilícitas, seguridad y comercio ha sido palpable.

Al familiarizarse más, quienes participan en el cortejo comienzan a actuar de manera más natural y menos reservada, con lo cual también se vislumbran focos de divergencia y fricción a futuro. En esta etapa prevalece todavía la coincidencia de posiciones públicas y el mutuo acomodo, como se observó en la rueda de prensa de Petro y Blinken. Mientras que el primero celebró la ayuda estadounidense para la interdicción marítima e inteligencia, el segundo enfatizó las prioridades y responsabilidad compartidas que existen frente a drogas, migración y el apoyo a la paz, empezando por el capítulo étnico del Acuerdo de La Habana. También se percibió algo de nostalgia por el pasado bilateral en el elogio del secretario de Estado al Estatuto Temporal de Protección para venezolanos y de la condena colombiana a Rusia en la ONU. O, como ocurrió con Petro, reproches por las malas prácticas de gobiernos anteriores, como la injusta inclusión de Cuba en la lista de patrocinadores del terrorismo.

En la medida en que se acerque el momento de la formalización del compromiso, iremos viendo el resultado concreto de este inusitado cortejo. Por ahora se avecinan algunos nubarrones en el horizonte, comenzando por Venezuela, la guerra en Ucrania, la negociación con organizaciones criminales y los posibles resultados adversos de las elecciones legislativas en Estados Unidos.

 

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