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Ya viene Biden

Armando Montenegro
02 de agosto de 2020 - 05:00 a. m.

Prácticamente todas las encuestas señalan que Joe Biden será el próximo presidente de Estados Unidos. El posible retiro de la escena del controvertido y errático Donald Trump tendría profundas consecuencias sobre las relaciones de su país con el resto del mundo.

Se prevé, por ejemplo, que Biden, en contraste con las prioridades de Trump, enfatizaría los puntos tradicionales de la política exterior del Partido Demócrata y, en particular, los del gobierno de Barack Obama, de quien fue vicepresidente. Entre ellos, la defensa de los derechos humanos y la democracia y, como corolario, una menor cercanía con dictadores favoritos de Trump. En cuanto a la migración, se espera que retome el tema de la ayuda a los países centroamericanos para atacar la pobreza, la causa profunda del movimiento masivo de personas, así como una mayor tolerancia con los migrantes y sus hijos que ya viven en Estados Unidos. Es posible también que el gobierno de Biden restablezca gradualmente el proceso de normalización de las relaciones con Cuba.

Los analistas también pronostican que la política de Biden volvería a darles importancia a los organismos y foros multilaterales y a las alianzas históricas de Estados Unidos, en particular con los países de Europa, en claro contraste con las agresivas tendencias aislacionistas de Trump.

Se espera, en cambio, que se mantenga la intensa rivalidad comercial, tecnológica y política de Estados Unidos con China, así sea de manera más sutil. Esta previsible continuidad responde a los intereses de amplios sectores de Estados Unidos que han visto sus negocios y proyectos amenazados por el avance del gigante asiático al centro de la economía mundial.

Biden tendría que enfrentar las realidades de una América Latina impactada por la recesión y la pandemia, uno de cuyos principales socios comerciales ya es China, un país también activo en esta región en materia crediticia, de inversión extranjera y, por supuesto, en la política. En cualquier caso, los líderes latinoamericanos deberían estar preparados para mantener relaciones amistosas con las dos potencias, buscando las mejores alternativas que garanticen su recuperación económica y la reducción de la pobreza.

Con el posible cambio del gobierno de Washington, Colombia tendría una oportunidad para replantear el énfasis de la lucha contra las drogas, ahora centrada en la erradicación de cultivos. El país podría demandar que, de acuerdo con su responsabilidad como el mayor consumidor, Estados Unidos apoye los esfuerzos de sustitución y el desarrollo económico y social de las zonas productoras de coca.

No es claro cómo un eventual gobierno de Biden abordaría los problemas de Venezuela, de gran interés para Colombia, donde coincide la influencia de China, Rusia y Cuba con el narcotráfico en gran escala, y donde se presentan, de manera brutal, gravísimas violaciones a los derechos humanos y las libertades individuales.

Los países de América Latina, y Colombia en particular, hoy acomodados a las recias políticas del gobierno de Donald Trump, tendrían que ajustarse ante los previsibles cambios que traería una administración de Joe Biden. También es previsible que, de acuerdo con las nuevas políticas de Washington, los gobiernos de la región realicen algunas correcciones necesarias a sus políticas internas que beneficien a sus ciudadanos.

 

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