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Las muelas cordales

Aura Lucía Mera
11 de agosto de 2020 - 05:00 a. m.

Recuerdo siempre las palabras de mi papá, a propósito de esta reacción polarizada y demencial que ha suscitado la detención domiciliaria y preventiva del senador Uribe Vélez. Esas palabras fueron: “Mija, nunca meta sus dedos pulgares entre dos muelas cordales”. O sea, cuídese de peleas abstractas e irracionales que se salen de madre y no conducen a ningún lado.

En general he seguido su consejo. Pero, por otro lado, como jamás me salieron las cordales, me atrevo a meter un poquito, nada más, los dedos en esta trituradora.

Se nos olvida a muchos colombianos que Colombia es un Estado de derecho. Abro comillas con algunos apartes, muy pocos, que hablan sobre la Constitución del 91, que abrió “un proceso de participación ciudadana y un nuevo marco democrático fundamentado en el reconocimiento legal de los derechos fundamentales para todos los colombianos. Esta carta constitucional es considerada (muchos lo ignoran) como una de las más avanzadas del mundo”.

“Colombia es un Estado social de derecho (…) tiene un sistema político republicano, democrático y representativo en el cual existe una clara división de poderes, que son el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial”.

Como en la Alegría de leer, explico: Ejecutivo: presidente y vicepresidente. Legislativo: Senado y Cámara. Judicial: Corte Suprema de Justicia, máximo tribunal que puede juzgar e investigar al presidente, y puede juzgar e investigar a senadores y representantes.

En el artículo 13 se habla de “igualdad ante la ley de todos los ciudadanos, reconociendo el carácter universal de los derechos constitucionales, sin excepción o privilegios que exceptúen a unos individuos de los que se conceden a otros en idénticas circunstancias. En un Estado de derecho, los poderes públicos están sometidos al imperio de la ley a fin de evitar la tiranía”.

Acabo las comillas. Esto es el ABC (mi mamá me ama, Paco le toca la cola a la vaca, el enano bebe).

Los magistrados que integran la actual Corte fueron elegidos en este gobierno, sí, este, el de Iván Duque, nada que ver con el gobierno anterior. O sea que es absurdo hablar de revanchas santistas, de castrochavismos, de guerrilleros y de enemigos del senador en cuestión. Estos magistrados lo que han hecho es tener unos cojones como los del apóstol Santiago (el santo) y dedicarse a estudiar sin descanso y en forma objetiva este caso de supuesto o presunto fraude procesal y soborno de un senador en funciones. Además, con pruebas claras “inequívocas y concluyentes”.

Una simple detención domiciliaria, un proceso que apenas comienza, un largo camino antes de llamar a juicio o cerrar el caso...

Mejor dicho, un proceso más. Pero como la cuerda se rompe por lo más delgado, estos magistrados se ganaron la rifa del enano de yeso, porque el “domiciliado” es un intocable, un mito (con los pies untados), un fetiche sagrado, un arrastrador de manadas…

La democracia colombiana exige el respeto y el acatamiento de los fallos de la Corte Suprema, sea quien sea. Es vergonzosa la reacción de la manada: dolor de patria, corazones sangrantes, tutelatones, vacas para la multa, marchas, gritos destemplados, insultos... Y lo más grave de todo, amenazas de muerte contra los testigos y los magistrados.

¡Por Dios! ¿Todavía queremos más sangre, más violencia, más polarización, más salvajadas? ¿De nuevo la famosa frase de Montalvo: “A sangre y fuego”, que desencadenó la violencia en este país que lleva más de medio siglo matándose?

Un poco de cordura, señores y señoras del Centro Democrático (que ni es de centro ni es democrático). Si esto se desmadra, cada uno de ustedes será culpable de la nueva sangría. La historia jamás les perdonará esa puerta demencial que están azuzando para abrir. Permitan que el Poder Judicial, representado en la Corte Suprema, siga su investigación y el país continúe su democracia.

Al senador investigado le deseo que se haga justicia, sea cual sea el veredicto. El que nada debe nada teme...

Posdata. Una gran pérdida la muerte de Ángela Salazar, defensora acérrima de los derechos humanos, líder, integrante de la Comisión de la Verdad. Una mujer valiente, ejemplar. Se notará su ausencia precisamente en estos momentos tan esquivos a la verdad y la reconciliación.

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