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Sin remedio

Aura Lucía Mera
14 de septiembre de 2021 - 05:30 a. m.

Este viernes negro me llega de pronto y un nudo en la garganta me corta el aire. Estoy en la casa de la montaña. Cerca a Cali. Subo frecuentemente para olvidarme de todo. Mirar cómo se mueven esas florecitas que parecen encajes de los carboneros, que me hipnotizan desde que estaba pequeña y pasaba los tres meses de vacaciones precisamente en esta montaña, respirando ese olor tan peculiar del pasto de monte que tiene pelusas.

Dibujando corazones con flechas atravesadas en esa tierra roja en la adolescencia, cuando dejamos de jugar a Tarzán y Jane y nos dedicamos a escuchar a Los Panchos o las rancheras de José Alfredo... y a esperar esa llamada por el único teléfono que existía.

Para mí, esta montaña es un santuario. Al atardecer de este viernes, las nubes están rosadas, ajenas a todo, y el viento se ha detenido. El yarumo que sembré hace tres años en homenaje a un amigo sigue estirándose y está estrenando hojas. Un viernes de descanso y silencio, leyendo Los besos, de Manuel Vilas, dejándome llevar por su prosa. De repente, enciendo el celular y todo se vuelve negro. Quieto. Sin sentido y sin remedio. Antonio Caballero acaba de morir. No entiendo. No acepto.

Sabía que estaba delicado, muy delicado; sin embargo, la noticia me derrumba. Al carajo las nubes rosadas y los carboneros. Abro Twitter y está repleto de mensajes de duelo. Ojalá le lleguen. Son mensajes salidos del fondo del corazón de sus amigos, compañeros de vida, de periodismo, de escritura.

Me pasan por la mente flashes: de Eduardo, su padre, a quien yo visitaba religiosamente cada jueves en su apartamento de El Nogal y siempre quedaba extasiada al ver esa biblioteca infinita; compartir las charlas; ese viaje a Tipacoque. Sus Hablamientos y pensadurías, que eran mi biblia.

Luego conocí a Antonio. Siempre me produjo respeto, admiración y, por qué no decirlo, una ternura infinita.

A veces almorzamos juntos. Pocas. Se me quedaban grabadas sus palabras justas, su mesurado gesto, su mirada triste, esa especie de melancolía silenciosa que parecía envolverlo, esa clarividencia del genio que intuye sin remedio que este país no tiene una salida posible todavía. Recuerdo ahora esa sonrisa cómplice cuando le comenté que había escrito un libro para poder publicar su poema... Sin remedio.

Ese sentido del humor solo posible en inteligencias privilegiadas, esa ironía sutil que se le escapaba, casi etérea, ese comentario corto que desbarataba un discurso, ese gusto exquisito y sobrio, esos ojos que penetraban el fondo de las cosas, esa timidez no impostada que lo hacía parecer lejano. Esa calidez de alma. Y, sobre todo, esa verticalidad de pensamiento y de convicciones.

Jamás se rindió. Jamás se doblegó. Jamás hizo componendas ni aceptó favores. Sus columnas, sus caricaturas, siempre desafiantes y contundentes. Antonio, escritor, periodista, dibujante, poeta, taurino, profundo en arte e historia. Irrepetible. No se muere Antonio, se mueren muchos Antonios que vivían en él.

Pocos seres tan universales e imposibles de encasillar.

La garganta se me atora. Las lágrimas no me salen, pero siento que algo mío se desgarra y una garra me rasga el alma. Antonio Caballero, de misteriosa figura, de sonrisa llena de significados, de alma llena de preguntas sin respuestas. Te marchas de este mundo enloquecido y de esta Colombia destrozada.

Las nubes rosadas se marcharon... se vistieron de gris oscuro y luego apareció la noche. Me asomo a ella desde la casa de la montaña. Acabo de ver una estrella nueva y brillante. Llegaste a la luz, pero nos dejas a los que te quisimos en la más oscura oscuridad..

Posdata. Descansa, reposa. “¡También se muere el mar!” (Federico García Lorca).

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Renato(94956)15 de septiembre de 2021 - 03:56 a. m.
Lindo homenaje !!!!
wilson(72314)15 de septiembre de 2021 - 03:22 a. m.
Hermosa columna, bella despedida!
Alberto(3788)14 de septiembre de 2021 - 09:58 p. m.
Bella y merecida página. Gracias, Aura Lucía Mera.
eudoro(79178)15 de septiembre de 2021 - 02:06 a. m.
No conocí a Caballero, pero siempre leí asidua y apasionadamente sus escritos, igualmente sus geniales caricaturas. Columna excelsa. La muerte en personajes de esas calidades es la vida misma para enfrentar tanta decadencia.
Piedad(81806)14 de septiembre de 2021 - 09:13 p. m.
Muy bello artículo. Me cobró unas lágrimas.Si, qué pesar la muerte de Antonio Caballero,. Menos mal quedan ustedes los valientes columnistas de El Espectador, el único medio decente de este país, como dice usted, desgarrado por la corrupción y la desidia de los gobiernos.
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