Desde el Sur

Correa, el latinoamericanista

Beatriz Miranda
21 de febrero de 2017 - 03:00 a. m.

Por: Beatriz Miranda Côrtes

Después de una década de gobierno del presidente Rafael Correa —un mandatario inteligente, con alta formación académica, líder de la Revolución Ciudadana y en algunas ocasiones calificado como autoritario, soberbio y hasta caudillo—, miles de ecuatorianos fueron a las urnas para elegir a su sucesor.

Correa se esforzó por transformar Ecuador concentrando sus esfuerzos en educación, innovación e infraestructura. En los años dorados del precio de las commodities privilegió la educación con calidad, lo que hizo que Ecuador subiera 40 puestos en el ranquin de competitividad global en lo que concierne a la educación superior. Estableció un programa educativo para becar a los estudiantes ecuatorianos en el exterior, por medio del cual aproximadamente 5.000 estudiantes ingresaron a las mejores universidades del mundo. Tuvo la audacia de cerrar varias universidades por no cumplir con los estándares de calidad, bajó las tasas del crédito educativo de 12 % a poco más de 4 %. Además puso en marcha una estrategia de contratar profesores doctores ya retirados, provenientes de distintos países, en las universidades ecuatorianos, valorando el conocimiento acumulado y la experiencia pedagógica de ellos, en contravía de innumerables instituciones educativas latinoamericanas, ansiosas por renovar su cuadro docente.
Según la Comisión Económica para América Latina (Cepal), Ecuador es el país con más alto número de personas sin recursos inscritas en la educación superior, alrededor de 26 %. Muchos analistas comparten que la implementación del Sistema Nacional de Nivelación y Admisión fue lo que permitió incrementar de manera considerable el acceso y la permanencia de ciudadanos afrodescendientes, e indígenas y de personas pertenecientes a estratos vulnerables.

También hizo una gran apuesta por la innovación, poniendo en marcha un proyecto denominado Yachay, que en lengua indígena significa conocimiento.  “Ciudad planificada para la innovación tecnológica y negocios intensivos en conocimiento, donde se combinan las mejores ideas, talento humano e infraestructura de punta, que generan las aplicaciones científicas de nivel mundial necesarias para alcanzar el buen vivir”. Para ello ha contado con el apoyo de renombrados investigadores latinoamericanos y asiáticos vinculados a este tema. Su aspiración es replicar la experiencia de Silicon Valley en América Latina, transformando Ecuador en un referente en innovación. El esfuerzo del gobierno ecuatoriano en esta área “fue reconocido por el Foro Económico Mundial, ya que Ecuador subió más de 60 puestos en los últimos años”.

Por otra parte, invirtió parte significativa del PIB en el área de infraestructura, arriba de 10 %, mientras muchos países latinoamericanos invertían alrededor de 1 %. El resultado no podría ser diferente: 7.000 km de carretera, puentes, autopistas de ocho carriles y una red de nuevos puertos con tecnología de vanguardia, hidroeléctricas, aeropuertos y la primera línea del metro de Quito.

Correa logró lo impensable en un país hasta hace algunas décadas considerado periférico e inestable. En términos de política exterior también dejó su marca. A nivel exterior, una de sus primeras y controvertidas medidas fue el cierre de la base estadounidense en Manta.

“Manta formaba parte de las estrategias de control desarrolladas por el gobierno de los Estados Unidos con el objetivo de proteger sus intereses e inversiones militares y comerciales a nivel mundial. Una inversión de 80 millones de dólares convirtió al aeropuerto de la base aérea en uno de los mejor equipados de América Latina”. Todo en nombre de la lucha contra el narcotráfico y concedió asilo político a Julian Assange, fundador de Wikileaks, el cual reveló documentos secretos de Estados Unidos, que evidenciaba sus injerencias a nivel mundial, en la Embajada de Ecuador en Londres. También hizo un manejo inclusivo de las migraciones y del desplazamiento forzado proveniente de países en conflicto. En sus años de gobierno, siempre abogó por la integración latinoamericana.

Promovió una cruzada en contra de las multinacionales sin conciencia ambiental. El caso de Chevron en Ecuador se tornó emblemático: “Nosotros consideramos que este caso no es jurídico, sino político. Por eso apelamos a la solidaridad internacional. En todas partes se están constituyendo comités de apoyo a nuestra Revolución Ciudadana. Invitamos a todos nuestros amigos y amigas, de Europa y del mundo, a expresar igualmente su rechazo a la prepotencia de aquellas empresas multinacionales que destrozan el medio ambiente y quieren luego lavarse las manos. La ‘mano sucia’ de Chevron no debe quedar impune”.

No obstante, en los últimos años, la caída del precio del petróleo, con una economía que nunca dejó de ser dolarizada, las consecuencias de los terremotos, la fuerte oposición de sus contradictores y su difícil relación con los medios golpearon sus proyectos y su imagen. Hoy su proyecto está a merced de una segunda vuelta. No obstante, las elecciones de Ecuador son acompañadas con atención y vistas como una esperanza para América Latina, inmersa en una ola neoconservadora.
* Profesora U. Externado.

 

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