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Nicaragua y la represión contra la Iglesia católica

Cartas de los lectores
06 de octubre de 2022 - 05:00 a. m.

Si bien la persecución política en el segmento central de nuestro continente no es nueva, el verdadero problema que está dejando al descubierto la penosa situación de monseñor Rolando Álvarez en Nicaragua es que vivimos en tiempos en los que la corrección política le gana a la corrección moral. Esto aplica tanto al nuevo Gobierno colombiano como al papa Francisco, cuyas declaraciones o la falta de ellas envían un lamentable mensaje: puede más su simpatía ideológica que su deber. El rechazo más grande tenía que salir del país más pequeño del mundo: el Vaticano. Hoy por hoy, el que calla es cómplice.

Por otro lado, resulta preocupante la cada vez más evidente inutilidad de las grandes organizaciones diplomáticas, específicamente de la ONU, en cuyo Consejo de Derechos Humanos se sientan países que abiertamente violan los derechos humanos, mantienen presos políticos en sus cárceles y violan la libertad de expresión, lo que deja un muy escaso margen de maniobra ante abusos autoritarios de dictadores como Daniel Ortega. ¿Son estos países y sus representantes ante los organismos diplomáticos los que les pondrían freno a esos desmanes?

Es lamentable ver cómo el hogar de la máxima “nunca más”, proclamada casualmente después del exterminio genocida de seis millones de judíos en la Segunda Guerra Mundial, se muestra incapaz de contener de manera eficaz amenazas a la seguridad. Así lo ha demostrado en los sucesos recientes de la guerra de Rusia contra Ucrania y seguramente fallará ante la amenaza que se cierne sobre el clero y cerca de cinco millones de fieles católicos nicaragüenses. El mensaje es claro: vivimos en tiempos de tiranos, la diplomacia ha fracasado y monseñor Álvarez está solo.

El contrapoder yace ahora en los ciudadanos que transitan las calles, en las redes sociales y en el ejercicio de la prensa libre; la presión que juntos puedan ejercer resultará más eficaz que el ejercicio de las actuales diplomaturas amordazadas por la corrección política. Donde está la unidad ahí está la victoria.

Tatiana Villarreal Velásquez.

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