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A propósito del editorial del 15 de enero, titulado “‘Las cuchas tenían razón’, su dolor merece respeto”. Cuando uno lee la publicación de Federico Gutiérrez en X respecto al tema de cómo su Alcaldía borró el grafiti que representaba el sentimiento social respecto a los hallazgos de los restos humanos en La Escombrera, se da cuenta uno de dos cosas: Primero, que, al parecer, para la Alcaldía de Medellín hay grafitis buenos y malos, y los buenos, por supuesto, son los que para ellos están autorizados para hacerse en su sitio, en su tiempo y, más grave aún, en el contenido que a esta administración le parezca correcto. En conclusión: 30.000 metros cuadrados de grafitis buenos, bonitos y limpios.
En segundo lugar, que el alcalde Federico no es solo alcalde, también es crítico de arte, experto en la contemplación de la belleza y, con estas facultades intelectuales casi sin igual en la sociedad colombiana, también es juez y lector de voluntades y mentes para saber quiénes y cómo pretenden “generar caos y poner fea y sucia la ciudad”.
A mí no me molesta que el alcalde esté en desacuerdo con el desorden y con las cosas feas. Lo que genuinamente molesta es que el alcalde es un crítico de arte desde la moral, por decir moral, aunque en realidad lo es desde su bando político. Pero bueno, demos la opción a la duda.
El señor Gutiérrez utiliza el argumento estético como principal causante de su decisión de borrar el grafiti. Sin embargo, como podrán imaginar todos ustedes, el motivo no fue ese. El motivo es político. El mensaje era claro y directo, e incluso tenía pintada la cara del expresidente Uribe. Lógicamente, la cara del expresidente pintada de esa manera y con ese mensaje es “fea”. Por otro lado, el mensaje “Las cuchas tenían razón” es “caótico” porque todos sabemos que cuando una vieja tiene razón es porque algo va muy mal. Y, por último, esa señora con una camiseta del Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado no puede ser más que “sucia” por manchar el nombre de tan honorable operación como lo fue la Orión.
Sin embargo, no perdamos el horizonte. Más bien, aprovechemos que tenemos una persona de tales habilidades intelectuales como Fico para cosas mejores para la nación. Por favor, pido amablemente a los lectores que, si no están seguros de si su obra escrita, visual o en cualquier estilo es fea o bonita, se la manden por correo a Fico@alcaldiademedellin.com, y él seguro les dará su opinión o la mandará a borrar. En cualquier caso, es la labor del crítico. Quizás, hasta con algo de suerte, se las deje colocar en alguna pared de la Comuna 13, ¡con permiso y todo!
No soy crítico de los críticos, pero no sé qué preocupa más: un alcalde cobarde para dar sus verdaderos argumentos o un alcalde que, cual intelectual de El retrato de Dorian Gray, determine lo bello, lo sublime y lo horrible.
Daniel Santiago Leguizamón Figueroa
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