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Sobre la partida de los indígenas del Parque Nacional en Bogotá

Cartas de los lectores
20 de mayo de 2022 - 05:00 a. m.

Las comunidades indígenas desocuparon el encierro, no apto para humanos, en el Parque Nacional. Satisfecha la Bogotá vestida y comida. La sociedad superior, ofendida y avergonzada del espectáculo infrahumano, de las desgraciadas víctimas de todo poder armado, que las abusa o asesina.

Fue el grito desaforado de padecimientos e injusticias, perdido en el desierto de la indolencia capitalina. Niños descalzos, desnudos. Madres mendigando para poder comprar pañales y hombres haciéndolo para una panela. Ocho meses de fríos polares, desabrigados bajo lluvias torrenciales en cambuches miserables. Vinieron en busca de protección: papá Gobierno, Estado o solidaridad humana. Madres y niños muertos.

De las muchas entidades de apoyo o caridad que se publicitan, no se supo de ninguna que hubiera tomado la causa de la dignidad que se merecían como compatriotas humildes. Carpas, cobijas, ropas y zapatos para niños.

La noticia y los comentarios se dedicaron al desaseo, la mala imagen que presentaron, los daños dejados en árboles y el mal uso del suelo.

La radio pidió concepto al director de Fenalco. Dijo que mucho daño le causaron al comercio alrededor del parque. ¿Cuál comercio? Al norte, la Universidad Javeriana. Al oriente, los cerros. Al sur, las mansiones que fueron y ahora son oficinas a puerta cerrada. Al occidente, la carrera séptima, edificios de oficinas. Con esos conceptos, quienes los desprecian quedaron justificados. La experiencia humillante de las comunidades que vinieron en busca de protección será lección perpetua de desamparo y soledad. Contraste con las exageradas comodidades de los ladrones del fisco.

El desplazamiento de la mejor gente de Colombia —los campesinos perseguidos a sangre y fuego a partir del 7 de agosto de 1946, luego las acciones de las Farc, los paramilitares y cuanta pandilla armada lo decide contra la población civil y las comunidades indígenas— lleva 76 años. Ese infierno disfrazado de democracia será maldición de las nuevas generaciones si no lo detiene urgentemente la plenitud del Acuerdo de Paz.

Isaac Vargas Córdoba.

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