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Sobre un artículo respecto a la represa de La Mojana

Cartas de los lectores
01 de abril de 2022 - 05:00 a. m.

Leí el artículo “«El tiempo es el peor enemigo», dicen líderes de La Mojana”, por el cual felicito al periodista Carlos E. Díaz R., pues es un aporte importante y, sobre todo, una valiosa advertencia de lo que posiblemente sucederá cuando arrecie el invierno. Espero que la irresponsabilidad de los gobernantes no convierta esta advertencia en una más de centenares que se han hecho desde la década de los años 50 o 60, para evitar la inundación de cada año.

El epicentro de este mensaje es que un muro de 3 o 4 metros de ancho es casi una pluma para el poder del río Cauca, que es un volumen monumental de agua. El ancho mínimo de ese terraplén o muro o muralla de contención debe ser de 8 a 10 metros, con una suficiente profundidad, tal vez de 15 o más metros, para que sea una obra definitiva que demore lo que han durado y durarán los muros de contención de la represa de Asuán, cuya altura está proyectada de acuerdo con el volumen de agua que genera por minuto el río Nilo. Pareciera que las roturas de los terraplenes que cada año se han hecho en La Mojana son un gran negocio, un baloto permanente para políticos, empresas y constructores, que los construyen para que al siguiente invierno se desmoronen y vuelvan a darles nuevos contratos.

Tuve una finca en la Alta Mojana por 38 años, que fue de mis bisabuelos, abuelos y padres por más de 70 años antes de mí, y que está en una subregión llamada Mabobo, que puede tener unas 40.000 hectáreas. Esa subregión, antes de la Boca del Cura, se inundaba cada año “normalmente”, sin producir grandes daños o catástrofes, sin arrasar con cultivos ni producir la expulsión de todos los semovientes, bovinos y equinos.

Después del daño producido por Boca del Cura, las inundaciones continuaron siendo anuales, pero más fuertes. Cada vez era más y más agua. Vendí la finca en 2008, menos mal, y en 2009 se produjo la más grande inundación producida hasta ahora, la cual demoró casi cuatro años, porque el agua no alcanzaba a bajar lo suficiente en el verano para que la tierra se recuperara. Cuando llegaba la siguiente inundación, todavía la anterior persistía, y así sucesivamente. Gracias a Dios vendí, pues si hubiera permanecido allí me hubiera quebrado y solo me hubiese quedado mi pensión de profesor.

Sugiero que le hagan un gran favor a La Mojana con la continuación de sus publicaciones y con debates al respecto.

Gracias por su amable atención y por el apoyo que prestan a los pobladores de los 11 municipios de La Mojana.

Benjamín José Herazo Acuña.

Profesor titular y emérito (r), Pontificia Universidad Javeriana.

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