Empieza a depurarse la absurda lista de precandidatos presidenciales. O se unen a las alianzas que se han conformado o sencillamente desaparecen. Ningún partido distinto al que encabeza Petro puede llegar solo a la primera vuelta, ni siquiera el antes poderoso Centro Democrático, que decae gracias a Duque, su pésimo gobierno y los líos judiciales de Uribe. Si los 50 candidatos terminan alineándose en estos grupos que ya se están consolidando, este sería el escenario: Petro, el del Equipo Colombia, el del Centro Democrático si no se une con alguien de derecha y el de la Coalición de la Esperanza. No se ve claro que los superenanos se atrevan a formar otra coalición. Es hora, entonces, de empezar a ver si los colombianos vamos a elegir entre la vieja y la nueva política.
La vieja política se define como la manera que ha predominado para hacerse elegir: compra de votos, financiación sujeta a pago con contratos por parte de quien o quienes resulten elegidos, cero ideas, más negocios que enriquecen a estos políticos y los adueñan del poder, y nada de los intereses reales del país. Es decir, sería acelerar aún más el deterioro social y los problemas de Colombia que ha vivido esta pesadilla de los últimos años, cuando a la pandemia se suma la ineptitud, corrupción y abuso del poder de este gobierno. ¿Y la nueva política? Primero sería la propuesta de un nuevo proyecto de país, que empieza por lograr votos con ideas concretas y viables, con estrategias novedosas que respondan a lo que ya se debate mundialmente: la muerte del Consenso de Washington y su reemplazo por el Consenso de Cornwall.
La vieja política claramente corresponde al Equipo Colombia... ¿o es que alguien es tan ingenuo para creer que Alejandro Char y Dilian Francisca Toro, ejemplos claros de esas estrategias de dudosa ortografía, van a cambiar? Echeverry se ve desubicado y llegó allí porque solo ni siquiera aparecería, lo cual es una lástima porque es un economista serio, pero absolutamente neoliberal. Y sobre Federico Gutiérrez es difícil creer que tiene el conocimiento imprescindible para dirigir este país. Peñalosa tiene sus seguidores, pero a escala nacional no es un candidato fuerte. Es decir, esa consulta la gana la vieja política y con mayor razón si ese pobre Partido Liberal escoge a Char como su ficha.
La Coalición de la Esperanza tiene muchos problemas. Primero, propuestas vagas, gaseosas, que no parecen cambiar mucho con Alejandro Gaviria, que va a terminar allá porque no tiene para donde más coger. Sobre la compra de votos démosles el beneficio de la duda, pero, en segundo lugar, perdamos la esperanza sobre un cambio radical del modelo de desarrollo. Ya hemos escuchado a algunos de sus miembros insistiendo en las políticas económicas de los últimos 30 años, por miedo a torear a los economistas ortodoxos del país, que nada que se ubican en el nuevo consenso que avanza a en el ámbito internacional.
Así no se esté de acuerdo con muchos de sus planteamientos, el único con un discurso coherente es Petro. Su propuesta sobre el petróleo levantó chispas, aunque al leer sus argumentos es válido que no somos un país petrolero pero sí carbonero y eso implica la transformación productiva del país, si de verdad el cambio climático es la nueva prioridad sin descuidar para nada la absurda desigualdad de esta sociedad. ¿Cambiará este escenario? Se escuchan comentarios.
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