Caperucita desaparece, llega el lobo

Cecilia Orozco Tascón
10 de octubre de 2018 - 05:00 a. m.

Dos meses después de la posesión de Iván Duque, el lobo feroz que va tras su presa empieza a desdibujar el rostro angelical de Caperucita. Las imágenes amables del candidato en campaña desaparecen para dar paso a la ficha de un proyecto que llegó a la Presidencia, no a unir el país con decisiones conciliadoras como prometió en su discurso del 7 de agosto, sino a poner en marcha una política que, además de retrógrada, luce sectaria, profundamente divisionista y, peor aún, destructiva. Ciertamente, en estos 60 días los ciudadanos que escuchamos, avergonzados, el discurso insultante del recién ungido presidente del Senado y que sentimos alivio con la moderación del nuevo mandatario, hemos constatado que entre Macías y Duque no hubo ni ha habido, nunca, diferencias. Su pegamento es el omnipresente Uribe, vaya descubrimiento: “mi jefe de toda la vida”, como dijo Macías con mirada lacrimosa; o el “presidente eterno”, tal cual lo llamó Duque quien, no obstante la dignidad de su cargo, mantiene su inclinación ante el expresidente. Así vamos. Por el curso de los acontecimientos, por los anuncios del Ejecutivo y por los actos de Gobierno, no hay duda, ya, de que el tono violento del uno y el suave del otro en la plaza de Bolívar aquel día eran solo la continuación de una gran escena teatral que se sostuvo mientras había necesidad urgente de conquistar al elector del centro y a una clase media asustada a punta de mentiras, campo propagandístico que domina el “uribato”, término genial acuñado por Cristina de la Torre.

Poco a poco nos enteramos de la agenda real de este cuatrienio, típica del extremismo de derecha: reforma tributaria, ahora camuflada con otro título, en que se contemplan importantes exenciones para multinacionales y grandes empresarios y se “clava” a la misma clase media que debe estar empezando a arrepentirse de su voto; promoción de la pena de muerte o, en su defecto, de la cadena perpetua pese a que existen penas de 60 años que equivalen a la una o a la otra, para los crímenes contra los niños; persecución a la libertad de las personas que consumen droga; glifosato asperjado desde el aire sin importar las sospechas de que es cancerígeno; “regulación”, en realidad, represión de la protesta social; ni se diga, desmonte del Acuerdo de Paz, en cada uno de sus componentes y organismos con el uso de todas las “formas de lucha”: desfinanciar o, lo que es lo mismo, secar por inanición presupuestal los programas de desarrollo del campo, de restitución de tierras, de proyectos productivos para los reintegrados de las Farc; hostilizar y arrinconar socialmente a los más notorios miembros de la antigua guerrilla con declaraciones de congresistas y del Ejecutivo, y más, con investigaciones de la Fiscalía; volver al lenguaje de guerra llamando a los ahora desarmados hombres “bandidos”, “terroristas”, “narcotraficantes” , etc. Ataque y desmembramiento de la JEP quitándole competencias, minando el prestigio de sus integrantes, abriendo procesos judiciales, metiendo miedos penales.

El asalto de la Fiscalía, que no de un fiscal desapercibido, a la instalaciones de la JEP, no es un accidente. Es parte de un gran plan para matar el Acuerdo mientras en los escenarios internacionales el mandatario indica lo contrario porque sabe que acabar con lo construido e incumplir la palabra de honor del Estado, no tiene buen recibo. Las frases de Duque en que respalda a uno de los enemigos mayores del pacto de paz, Néstor Humberto Martínez, uno de los artífices de la próxima guerra que librará Colombia, son la prueba contundente de que está en ejecución el plan Uribe para regresar a un pasado violento y clasista, lo que él ama. Afirmó Duque que “los magistrados (de las altas cortes y la JEP) deben ser «humildes» cuando reciben observaciones… (y cuando) alertan sobre riesgos…”. Lo dice en un momento en que inspira temor porque el “jefe de toda la vida” tiene una investigación penal abierta en la Corte Suprema por graves delitos. ¿Estamos advertidos?

Entre paréntesis. Mientras el país retrocede, la violencia regresa a los campos en parte incentivada por las señales guerreristas de Bogotá, y el jefe de Estado se ve desconcertado, desconcentrado y sin poder unificado de mando, la burbuja uribista por su triunfo lleva a esa facción a excesos: el “homenaje” a Ernesto Macías por haber sido ungido por Álvaro Uribe para presidir el Congreso con el único fin de manipular los proyectos legislativos según sea su interés fue transmitido, en directo, en la página web de la Presidencia de la República y el canal del Congreso. Una hora y 54 minutos duró el acto para destacar la “meritoria vida” de Macías, conocido a nivel nacional, en contraste, por su mediocre trayectoria en que solo se destaca su obsecuencia. Les dejo el video con las 16 condecoraciones, no 15, 16, que le dieron en Neiva hace cinco días y con Uribe y Duque presentes, en forma de medallas, cintas, banderas con nuestro tricolor cruzadas en el pecho, pergaminos y placas. (Ver condecoraciones a Ernesto Macías a partir de los 45 minutos, 46 segundos y hasta el minuto 60). La ridiculez en su esplendor. Como dijo Uribe de Santos: derrochones y ajenos al dolor y a la pobreza de miles de colombianos.

 

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