Los colombianos vamos a salir de esta campaña presidencial muy estropeados, aporreados en el espíritu nacional, ya no digamos por la bajeza que han desplegado, en las redes sociales, las bodegas de todos los bandos, que no actúan desligadas de las estructuras formales de las campañas como se piensa, sino por las estrategias cada vez más sucias para asaltar a los electores en su ingenuidad pero sobre todo en sus necesidades. La ecuación es maléfica: a peor candidato, mayor el tamaño de los embustes para posicionarlo como el portento de dirigente que el país necesita. El poder político tradicional, desesperado porque se le pueden escapar de sus manos los negocios públicos con los que se han enriquecido sus integrantes —incluyendo a varios expresidentes y a sus hijitos, todos multimillonarios—, viene adhiriendo a cualquier mediocre que se le aparezca en el camino pues, en medio de su abundancia, olvidó el rigor y la disciplina que requiere el intelecto de cualquier grupo humano para prepararse y evolucionar.
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La Virgen y la pata de pollo de Hernández
15 de junio de 2022 - 05:30 a. m.
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