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Rostros

Columnista invitado EE
27 de julio de 2016 - 04:15 a. m.

Balones de Oro, incontables títulos, variedad de récords quebrados y otros muchos establecidos, pero, para estar a la altura de los mejores del siglo pasado, necesita un poco más. Ganar un Mundial sería lo ideal, pero empezar por levantar el trofeo de la Copa América no está mal. Esa es la deuda de Lio Messi: Carlos Eduardo González.

Delante de mí, la persiana; después de la persiana, fantasmas: Robert Graves, Baudelaire, Sartre, Camus, Piaf, Storni, Woolf, Cortázar, Borges, Quiroga, y más y más fantasmas que no quieren traspasar la persiana que me obstino en dejar entreabierta. Cierro la ventana y se cierra el mundo, deseo hacer memoria de los rostros de los maestros del pensamiento occidental para reconocer en ellos la alegría de las que tanto nos ufanamos. Paso la página para buscar mejores rostros, más humanos y más sosegados pero, por el contrario, me encuentro con los rostros de Beckett, Artaud, Van Gogh, García Márquez, Castaneda, Carpentier, Rulfo: fantasmas que se evaden por regiones de ilusión, protagonistas de una obra que ha escrito alguien en medio de una vasta soledad. Tal vez si buscamos rostros en el fútbol: Pelé, Maradona, Batistuta, Higuita, Mondragón, Raffo, Goycochea. Más rostros pletóricos de tristezas por sus derrotas. Rostros que aluden al fútbol siempre en falta, con ganas de reír pero con la tristeza profunda de quien nace derrotado: el fútbol es el espacio de la celebración de la desesperanza porque la derrota le gana. Un instante de felicidad mientras se hace el gol, pero un eterno nubarrón porque se acabó el partido y hay derrota. Abro la persiana y el mundo permanece cerrado, una Copa América es un evento americano, pero a Lio Messi le obligan a ser algo más que un futbolista mundial; le exigen ganar siempre porque está en deuda pero, paradójicamente, lo ha ganado todo. ¿Todo? Wilde, Unamuno, Poe, Dostoievski, Maupassant, Balzac, Calderón de la Barca, Vargas Vila, Quevedo, Dante, Moliere, Sófocles, Van Gogh, Cioran y Heidegger. El rostro de Messi, después de la derrota ante Chile, representa el gran triunfo de la caída, el triunfo de quienes caen y ya no quieren renacer. Este rostro me recordó que somos frágiles y que la cacareada felicidad depende de detalles simples (un abrazo, una conquista con los afectos). El rostro de Messi, que se ha hecho viral, es el virus de la dignidad hecha trizas por el fútbol, es deporte en el que todo está en juego: el amor, la locura y la muerte. Messi está lejos de ser un dios y, por ello, no puede ser más: un ser humano con sus debilidades, amores e, incluso, con sus mudeces y rayones “No le pidamos peras al olmo”, las peras no meten goles y los olmos son olmos. El colmo. Es falible, como todos. Lo tiene todo y hoy está vacío. Me duele el rostro de Messi.

rayuela138@hotmail.com

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