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Una oportunidad dorada para las relaciones internacionales de Colombia

Columnista invitado EE: Olga Gayón / Bruselas
06 de agosto de 2022 - 12:38 a. m.

El cambio político en Colombia, que ha comenzado con la llegada de Gustavo Petro al poder, debe darse también en sus relaciones internacionales. La cancillería colombiana ha tenido un largo período de estancamiento. Son varios años en los que su política ha estado estrechamente vinculada al uribismo. La consecuencia más desgraciada para los intereses de los colombianos de esta ideologización ha sido el rompimiento de las relaciones con Venezuela. Y quizás, la más peligrosa para el país, ha sido la participación abierta de diplomáticos colombianos en la campaña de las elecciones de Estados Unidos, con su respaldo a Donald Trump. El gobierno de Duque pagó duro esta temeraria directriz gubernamental.

El empuje necesario al Acuerdo de Paz, paralizado durante los últimos cuatro años, le proporciona al gobierno que comienza un perfil claro en su política exterior. Así que, redefinir la presencia internacional de Colombia en diferentes escenarios ha de ser una de las mayores prioridades del ministro de Relaciones Exteriores, Álvaro Leyva.

Las relaciones con Estados Unidos indudablemente darán un giro que, de ser manejado con altura de miras por parte de los dos países, podría poner a Colombia, por primera vez, como un socio fiable en la región. El objetivo para conseguir la integración de América Latina con el fin de defender intereses comunes por encima de la ideología de los diferentes gobiernos, manifestado tanto por Gustavo Petro como por el presidente chileno, Gabriel Boric, podría también integrar a Estados Unidos, sobre todo, en la propuesta de los dos gobiernos progresistas latinoamericanos para la protección del medio ambiente y la biodiversidad. En el país del norte nunca había habido un presidente tan implicado en luchar contra el cambio climático y en proporcionar todos los recursos para la defensa de la biodiversidad en diferentes regiones del mundo.

El manejo que Colombia dé a esta nueva fase que se abre con Venezuela, ahora que regresan las relaciones diplomáticas, también podría convertirse en un punto de encuentro con la política internacional de Estados Unidos. El presidente Biden, empujado por la guerra de Rusia contra Ucrania, ya ha manifestado su intención de cambiar el rumbo de sus relaciones con el gobierno venezolano. Gustavo Petro y su canciller, Álvaro Leyva, podrían convertirse en un puente de diálogo entre Venezuela y Estados Unidos, cuyo fin sería una apertura del país vecino para regresar a la normalidad democrática, que comenzaría con la celebración de unas elecciones con garantías para todos los partidos políticos y que avale, a su vez, la no intervención del país del norte en las decisiones autónomas de Venezuela como país.

En materia de relaciones bilaterales entre la primera potencia mundial y Colombia, se encontrarán varios puntos álgidos pero que, de ser manejados con una diplomacia a la altura de las circunstancias, le ofrecerían al país la primera oportunidad, quizás en más de un siglo, de hablar con Estados Unidos abiertamente, y de tú a tú, en temas tan neurálgicos como la lucha antidrogas y el no uso del glifosato, la explotación de los recursos naturales y la protección de la biodiversidad, la colaboración en defensa, y los aspectos que más afectan a los agricultores y productores en el TLC firmado entre los dos países. Y al revivir el Acuerdo de Paz, el gobierno de Petro podría conseguir que la nación norteamericana entregara más recursos para la paz, a cambio de los que recibe para la guerra. Nada será un lecho de rosas, porque el halcón norteamericano por arte de magia no se convertirá en una paloma. Pero Colombia sí puede pasar de ser el país de la cabeza inclinada siempre, a uno que mirará de frente a la hora de hablar y negociar.

Estados Unidos ha perdido influencia en América Latina, realidad que ha conseguido pasarle factura a su imagen y prestigio internacional. Durante el siglo XXI los disímiles gobiernos del área le han hecho sentir que esta zona ya no puede ser considerada como el patio trasero en su política internacional. Sin embargo, la región tampoco ha podido fortalecer su integración: la estrechez de las propuestas y el poco accionar no han conseguido proteger el medio ambiente ni permitir el disfrute de los beneficios que generan las riquezas naturales de la zona.

Con el liderazgo de las nuevas fuerzas progresistas de Chile y Colombia, y con el posible gobierno de Lula da Silva en Brasil, América Latina podría sentarse a la mesa para negociar cambios que la favorezcan frente a las decisiones de Estados Unidos para el área. Colombia, quizás como nunca, con la llegada por primera vez de la izquierda al poder, se encuentra en un momento histórico privilegiado para liderar un diálogo internacional en la región, que podría conseguir que por primera vez haya en América Latina una agenda democrática, constructiva, progresista, ambientalista y unificada.

Otra gran oportunidad del nuevo gobierno de Gustavo Petro está en sus relaciones con la Unión Europea (UE). Cuenta con un gobierno progresista en España, cuyos partidos de la coalición, Psoe y Podemos, encontrarán en el tema de Colombia puntos de verdadero encuentro, porque tanto el uno como el otro están interesados en contribuir al desarrollo del Acuerdo de Paz y al avance de la mejora de las condiciones sociales y democráticas que el nuevo gobierno colombiano ha prometido para toda su población.

Lo mismo sucede con el grande de Europa, Alemania. Los partidos que allí gobiernan, de corte progresista, serían un aliado perfecto para el avance de los programas de paz, así como para contribuir en el desarrollo de proyectos de gran calado para la defensa del medio ambiente y la biodiversidad, si se tiene en cuenta el lugar geoestratégico que ocupa Colombia en Sudamérica al formar parte de la región amazónica y gozar al mismo tiempo de numerosas reservas naturales en diversas regiones del país.

La UE, aparte de su irrestricto respaldo al Acuerdo de Paz, estará muy interesada en apoyar todos los esfuerzos medioambientales, los avances en la reforma de la educación, la salud, los programas de inclusión social y de minorías, así como al gran empeño que pondrá la administración que comienza en la defensa de los derechos humanos. Este respaldo se verá desde el inicio del nuevo gobierno, en lo político y en la entrega de recursos, ya que todas las temáticas de cambio que ha prometido desarrollar Gustavo Petro son, precisamente, todas las áreas de mayor interés en todos y en cada uno de los países de la UE.

Gustavo Petro, para encontrar el respaldo que necesita de la comunidad internacional, deberá demostrar desde un comienzo que Colombia es un socio fiable. Que el país respetará las decisiones de la Asamblea de Naciones Unidas, y que dejará de ser un socio que le dice sí a todo lo que le pide Estados Unidos, para pasar a convertirse en una voz que defenderá los intereses del país, de la región y del mundo, siempre y cuando no vayan en contra de los principios democráticos y los derechos humanos.

Su primer paso estaría, tal como lo hizo el presidente de Chile, Gabriel Boric, en condenar la guerra de Rusia contra Ucrania, y no poner en la misma balanza al país agresor y al país víctima. El gobierno de Petro, que ha designado como ministro de Relaciones Exteriores a un hombre de paz, ha de entender, desde un principio, que la equidistancia en este caso sería ponerse del lado del agresor, en contra del país víctima, y de al menos 141 países, entre ellos el propio, que en la Asamblea de Naciones Unidas condenaron a Rusia por la guerra contra un país que jamás agredió ni a su territorio ni a sus nacionales.

La firmeza a la hora de abordar las relaciones internacionales para defender los intereses de Colombia, y la voluntad para llegar a acuerdos, harán del país un aliado natural de la Unión Europea y un socio respetable por parte de Estados Unidos. Este momento, y no otro, es crucial para que Colombia pase de ser un país atravesado por la guerra, la violencia, el hambre y los narcóticos, a ser visto como un lugar en el mundo en donde los cambios en beneficio de los campesinos, los desharrapados, las minorías étnicas, las víctimas de la guerra y en materias tan importantes como la educación y la salud, marcarán un antes y un después entre esa Colombia servil en el ámbito internacional y la Colombia que se consolidará paso a paso como un verdadero socio fiable; un miembro de la comunidad internacional que sentará las bases para desterrar para siempre la ideologización de sus relaciones internacionales.

Del nuevo presidente depende sacar a Colombia del pozo de fango en que la han dejado quienes nunca gobernaron para Colombia, sino que, período tras período, utilizaron la riqueza del país únicamente para el beneficio de sus propios intereses, y las relaciones internacionales, básicamente, para poner a los empresarios, familiares y amigos en las representaciones diplomáticas, a vivir cómodamente de los impuestos de todos y a entregar la soberanía del país sin importarles el estropicio que causaban a toda una nación.

Por Olga Gayón / Bruselas

 

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