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A buen entendedor…

Daniel García-Peña
23 de enero de 2009 - 01:43 a. m.

EL DISCURSO DE POSESIÓN DE BArack Obama fue una pieza maestra, que merece ser leído y releído una y otra vez.

Recogiendo rasgos esenciales de los legados de Washington, Lincoln, Roosevelt y Kennedy, sin mencionar sus nombres, ubicó la grave crisis de hoy en un contexto histórico y trazó los lineamientos gruesos del derrotero para la “nueva era de responsabilidad”.

Los elogios, acerca de la profundidad de sus ideas, la precisión y contundencia del lenguaje a la vez poético, la dicha de encontrarse por fin con un líder que reflexiona y piensa, se escucharon por todos lados. Pero no todos están felices.

A quien menos le tuvo que haber gustado fue a Bush. Luego de recibir un cordial agradecimiento por parte de Obama, al ya ex presidente le tocó sentarse a pocos metros detrás del nuevo mandatario, aguantando frío y varillazo tras varillazo: “elegimos la esperanza sobre el miedo”, “una nación no puede ser próspera cuando sólo favorece a los más ricos”, “rechazamos por falso el dilema entre nuestra seguridad y nuestros ideales”, “nuestro poder por sí solo no puede protegernos, ni nos da el derecho de hacer lo que se nos da la gana”,  “nuestra seguridad emana de la justeza de nuestra causa, de la fuerza de nuestro ejemplo y de las cualidades de la humildad y la moderación”.

 No fue un ataque personal contra Bush, sino una descalificación a fondo a la concepción de la política y del mundo que él y sus “amigos” representan.

Así las cosas, a quien tampoco le pudo haber caído bien el discurso es a Uribe, ya que, en últimas, su concepción es la misma de la de Bush: el guerrerismo, el neoliberalismo, la utilización del miedo y la polarización como herramientas políticas y el desprecio por el estado de derecho, el derecho internacional y los derechos humanos. Uribe fue el único presidente de Suramérica que apoyó la guerra ilegal de Bush en Irak e incluso llegó a plantear en Davos que una vez triunfaran en Irak, las tropas gringas se vinieran a Colombia. Le aceptó sin mayor pataleo todas las imposiciones de la señora Vargo en las negociaciones del TLC. Su negación a reconocer la existencia de un conflicto armado interno en Colombia y la insistencia de que se trata de una amenaza terrorista está calcada del libreto Bush-Chenney. La medalla que Uribe recibió de su correligionario fue muy merecida.

El mensaje es contundente: Uribe ya no tiene el aliado incondicional que tuvo en Washington desde el inicio de su largo mandato, sino que hoy habita alguien comprometido a luchar en contra de  los fundamentos sobre los cuales Uribe ha montado su gobierno.

 Es obvio que Obama no pensaba en Uribe cuando escribía su discurso. Pero cuando afirmó: “quienes se aferran al poder a través de la corrupción, el engaño y silenciando a la disidencia, sepan que están en el lado equivocado de la historia, pero que le extenderemos una mano a quienes estén dispuestos a abrir sus puños”, ¿será que quien alteró la Constitución para permitir su primera reelección (¿aferrarse al  poder?) ofreciéndole prebendas a Yidis (¿corrupción?), busca una segunda reelección sin haber dicho con claridad si sí o si no (¿engaño?) y ataca a periodistas, líderes de la oposición, defensores de derechos humanos y hasta a Vivanco y a la Corte Suprema (¿silenciar la disidencia?), no se sintió aludido? ¿Será capaz Uribe de abrir el puño?

danielgarciapena@hotmail.com

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