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El Show de Trump: ¿Última temporada?

Daniel García-Peña
28 de julio de 2020 - 05:01 a. m.

Hace cinco años Donald Trump se lanzó a la presidencia. Irrumpió en escena contrariando todas las reglas convencionales, despertó una base de seguidores que lo veneran y reveló la rentabilidad electoral de lo políticamente incorrecto. Como estrella de reality TV, supo cautivar a los medios, clave para su inesperado triunfo en 2016. A lo largo de la presidencia menos ortodoxa de todos los tiempos, ha logrado mantener en alto el rating de sintonía del Show de Trump, transformando en un espectáculo la política en Estados Unidos, y quizás en el mundo.

El 2020 empezó muy bien para Trump. Había sido exonerado del impeachment, la economía crecía y las perspectivas para su reelección pintaban positivas. Pero en marzo llegó el Covid19 y desde entonces, empezó la mala racha.

Su manejo tardío, errático y cantinflesco de la pandemia ha llevado a que Estados Unidos hoy tenga una cuarta parte del total mundial de personas contagiadas y más de 150 mil muertos, de lejos más que cualquier otro país. La economía, su principal carta de presentación, está en crisis, con la tasa de desempleo más alta desde la Gran Depresión y sin perspectivas de recuperación a la vista. Sus respuestas a las protestas desatadas a finales de mayo a raíz del brutal asesinato de George Floyd le han echado más leña al fuego.

Trump sigue fiel a su libreto: exacerbar los sentimientos de su base, mayoritariamente compuesta por hombres, blancos, rurales, sin educación universitaria. Los atrae el discurso nacionalista, machista, racista y xenofóbico y por eso aplauden a rabiar cuando Trump denigra contra los inmigrantes, se refiere al coronavirus como la gripa china, se burla de la ciencia y habla en contra del aborto y los derechos LGBT. Al inicio, cuando los principales afectados de la pandemia eran afros e hispanos en las grandes ciudades, Trump incentivaba las protestas en contra de las cuarentenas y politizó la mascarilla, desafiando al no usarla, insinuando que era señal de falta de virilidad.

La pandemia, que Trump aseguraba iba a desaparecer de repente, se ha agravado, frenando sus planes de reabrir la economía y trastocando totalmente su estrategia de campaña. Los emblemáticos mítines multitudinarios, que se parecían más a conciertos de rock o peleas de lucha libre que a eventos políticos, están en entredicho, tras su estruendoso fracaso en Tulsa, Oklahoma, donde luego de haber anunciado más de un millón de solicitudes, solo asistieron 6.200 espectadores a un coliseo con capacidad para 19.000. Por otra parte, la convención del Partido Republicano estaba planeada como un gran espectáculo de coronación de Trump como candidato ante un público nutrido de fanáticos a finales de agosto en Charlotte, Carolina del Norte. Cuando los respectivos gobernador y alcalde, ambos demócratas, impusieron restricciones por la pandemia, Trump decidió abruptamente trasladarla a Jacksonville, Florida, donde el gobernador y el alcalde son ambos republicanos. Pero pronto después, Florida se convirtió en epicentro de la pandemia, y hace unos días, Trump se vio obligado a cancelarla y aún no se sabe ni cómo ni dónde se realizará.

Si las elecciones fueran hoy, según las encuestas, Joe Biden, su contendor demócrata, ganaría por amplio margen, tanto en el voto popular como en el colegio electoral, que es el que elige al presidente. Hasta ahora, la campaña de Biden ha mantenido un relativo bajo perfil. Semanalmente presenta iniciativas programáticas que contrastan en sustancia y estilo con Trump. Proveniente de una familia obrera, Biden es percibido como un viejo bonachón, que, si bien no despierta mucho entusiasmo, tampoco genera resistencias. Y hasta ahora le ha funcionado simplemente no ser Trump y dejar que él mismo se autodestruya.

Quedan menos de cien días para las elecciones y aún mucho puede suceder. No hay que olvidar que a estas alturas hace cuatro años, Trump también perdía en las encuestas. Pese a los embates, su base lo sigue apoyando con fervor. Se pueden presentar problemas en las votaciones por la pandemia. En una reciente entrevista, Trump se negó a comprometerse en reconocer los resultados en caso de ser derrotado y respondió: “hay que ver qué pasa”.

El estilo disruptivo y agresivo ha sido la fortaleza y éxito de Trump hasta ahora. Pero en estos tiempos, pareciera que el estar en el foco de los medios, resaltando su narcisismo, su falta de conocimiento y su cero empatía, se ha vuelto su principal desgracia, víctima de su propio invento. En un país en crisis, que busca un líder y no quien los entretenga, podemos estar viendo los últimos episodios del Show de Trump.

Manténgase en sintonía.

danielgarciapena@hotmail.com

*Profesor de la Universidad Nacional de Colombia y Director de Planeta Paz

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