Uno de los colombianos que más garantías han tenido por parte de los jueces de la República es el señor Jesús Santrich. La JEP, el Consejo de Estado, la Corte Suprema y la Corte Constitucional le garantizaron todos sus derechos, atendiendo las competencias de cada una de esas altas cortes y frente a la acusación de los Estados Unidos de sus presuntos vínculos con un cartel mexicano para enviar diez toneladas de cocaína a ese país.
De esta manera, el exguerrillero (o guerrillero en pausa) pudo salir de la cárcel dos veces, se posesionó como representante a la Cámara en virtud del Acuerdo de Paz, retó a la sociedad colombiana y, finalmente, se desapareció.
Santrich hizo parte de la mesa de diálogos de La Habana, pero, a decir verdad, nunca se le vio convencido del proceso. Bástenos recordar su respuesta cuando le preguntaron si pensaba reparar a las víctimas, que dijo con su sonrisa cínica: “quizás, quizás, quizás”.
Jesús Santrich, Iván Márquez, el Paisa y otros de los comandantes de las Farc se burlaron de quienes apoyamos el proceso de paz. Y tal vez lo hacen porque para ellos es mejor negocio ser narcotraficantes que desmovilizados.
Están, por supuesto, perdiendo una oportunidad generosa que les dieron la sociedad colombiana y la comunidad internacional. La JEP está en mora de declararles un incidente de incumplimiento, sacarlos de esa jurisdicción y permitir que la justicia ordinaria los procese. El Estado de derecho tiene que mostrarse fuerte frente a estos señores que, no tengo dudas, han preferido seguir sus vidas al margen de la ley.
Contrasta la actitud de estos delincuentes con las de, por ejemplo, Rodrigo Londoño (Timochenko) o Carlos Lozada, quienes están seriamente comprometidos con el proceso de paz.
Estamos frente a una oportunidad única para que la JEP les demuestre al país y a sus críticos que no está dispuesta a permitir que los desmovilizados que sigan delinquiendo pueden seguir haciendo lo que se les dé la gana. Márquez, el Paisa, Santrich y otros de los disidentes deben ser procesados por sus delitos, perseguidos, capturados, procesados y condenados. De no ser así, entonces los millones de colombianos que se opusieron al proceso de paz podrán decir, desafortunadamente, que tenían razón.
Colombia tiene que ser capaz de dejar atrás esa guerra a ver si algún día, así sea remoto, podemos vivir en paz. Pero, claro, con personajes como Santrich eso será muy difícil, porque el que es (malhechor) nunca deja de serlo.
Notícula. Lamentable la muerte del doctor Jaime Posada, a quien tuve el privilegio de conocer desde mi infancia. Un hombre honesto, culto, inteligente, liberal, amable, buena persona. Tal vez el último liberal radical que quedaba. Amigo de mis abuelos y padres, conocí muy bien a Jaime, quien, sin lugar a dudas, será recordado por quienes lo conocimos.
A Maryluz, su adorada esposa, a sus hijos, Marcela, Luis Jaime, Mario, Vicente y María, un gran abrazo solidario. Descansa en paz, querido Jaime. Nos volveremos a ver.
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Uno de los colombianos que más garantías han tenido por parte de los jueces de la República es el señor Jesús Santrich. La JEP, el Consejo de Estado, la Corte Suprema y la Corte Constitucional le garantizaron todos sus derechos, atendiendo las competencias de cada una de esas altas cortes y frente a la acusación de los Estados Unidos de sus presuntos vínculos con un cartel mexicano para enviar diez toneladas de cocaína a ese país.
De esta manera, el exguerrillero (o guerrillero en pausa) pudo salir de la cárcel dos veces, se posesionó como representante a la Cámara en virtud del Acuerdo de Paz, retó a la sociedad colombiana y, finalmente, se desapareció.
Santrich hizo parte de la mesa de diálogos de La Habana, pero, a decir verdad, nunca se le vio convencido del proceso. Bástenos recordar su respuesta cuando le preguntaron si pensaba reparar a las víctimas, que dijo con su sonrisa cínica: “quizás, quizás, quizás”.
Jesús Santrich, Iván Márquez, el Paisa y otros de los comandantes de las Farc se burlaron de quienes apoyamos el proceso de paz. Y tal vez lo hacen porque para ellos es mejor negocio ser narcotraficantes que desmovilizados.
Están, por supuesto, perdiendo una oportunidad generosa que les dieron la sociedad colombiana y la comunidad internacional. La JEP está en mora de declararles un incidente de incumplimiento, sacarlos de esa jurisdicción y permitir que la justicia ordinaria los procese. El Estado de derecho tiene que mostrarse fuerte frente a estos señores que, no tengo dudas, han preferido seguir sus vidas al margen de la ley.
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Estamos frente a una oportunidad única para que la JEP les demuestre al país y a sus críticos que no está dispuesta a permitir que los desmovilizados que sigan delinquiendo pueden seguir haciendo lo que se les dé la gana. Márquez, el Paisa, Santrich y otros de los disidentes deben ser procesados por sus delitos, perseguidos, capturados, procesados y condenados. De no ser así, entonces los millones de colombianos que se opusieron al proceso de paz podrán decir, desafortunadamente, que tenían razón.
Colombia tiene que ser capaz de dejar atrás esa guerra a ver si algún día, así sea remoto, podemos vivir en paz. Pero, claro, con personajes como Santrich eso será muy difícil, porque el que es (malhechor) nunca deja de serlo.
Notícula. Lamentable la muerte del doctor Jaime Posada, a quien tuve el privilegio de conocer desde mi infancia. Un hombre honesto, culto, inteligente, liberal, amable, buena persona. Tal vez el último liberal radical que quedaba. Amigo de mis abuelos y padres, conocí muy bien a Jaime, quien, sin lugar a dudas, será recordado por quienes lo conocimos.
A Maryluz, su adorada esposa, a sus hijos, Marcela, Luis Jaime, Mario, Vicente y María, un gran abrazo solidario. Descansa en paz, querido Jaime. Nos volveremos a ver.
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