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A las cinco de la tarde

Fernando Araújo Vélez
22 de enero de 2022 - 09:26 p. m.

Un reloj de aquellos de bolsillo, eternamente detenido a las cinco de la tarde, y recordar y decir en voz baja el poema de García Lorca, “A las cinco de la tarde. Eran las cinco en punto de la tarde. Un niño trajo la blanca sábana a las cinco de la tarde. Una espuerta de cal ya prevenida a las cinco de la tarde. Lo demás era muerte y sólo muerte a las cinco de la tarde”. Las manecilla estáticas, casi corroídas. La tarde sobre la tarde y la luz que se va apagando. Ningún tic-tac que me lleve a las prisas y a la inmediatez, a lo que tengo que hacer porque si no lo hago a mil por segundo se va el bus, y si se va el bus no llego a ninguna parte, y si no llego a ninguna parte se desmoronan quién sabe qué engranajes. Silencio. Silencio y mentira.

En realidad, no pasa nada si pierdo el bus de las cinco. Y tampoco, si llego tarde a ese lugar que suele ser ninguna parte y se rompen todos los engranajes del mundo. Somos un ensayo de vida para llegar a un vacío, y nada más. Estamos condenados a nacer o morir de un segundo a otro, y ese segundo seguirá transcurriendo más allá de los andamiajes de producción de las fábricas, o de los algoritmos, o de las conexiones a internet, o de las ventas y las compras, o de los celulares de alta gama, o de los políticos y las miles de elecciones, o de los sistemas, las polarizaciones, los linchamientos o nuestros miedos. Incluso, seguirá transcurriendo más allá de que se hayan detenido todos los relojes del mundo, sin que importe mucho a qué hora.

En un segundo vivimos o morimos, y en un segundo tomamos las decisiones que nos marcaron durante años y años. En un segundo cambiamos de opinión sobre tal o cual asunto, y nos demoramos un segundo o menos en arrepentirnos de algo que dijimos o hicimos, también en un segundo, un poco más o un poco menos. Un segundo determinó el antes y el después de la historia del universo, su comienzo, y ese final del que no tenemos ni idea, y en un segundo caímos en cuenta de que solo éramos cuentos de cuentos, nada, como escribía José Saramago. En un segundo recibimos la noticia que transformó nuestra vida, y en un segundo pronunciamos la palabra que nos enterró o nos salvó. En un segundo, en fin, un mediodía cualquiera, yo guardé los tres relojes que aún me quedaban para aguardar a que se detuvieran, ojalá a las cinco de la tarde.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

 

Gelman(55005)23 de enero de 2022 - 04:44 p. m.
varias ideas nuevas buscamos entrar en la política. tengo esta idea para llevar al senado. Te imaginas.... si toda la plata que el gobierno derrocha en publicidad, mejor se destina para fortalecer los canales de comunicación comunitaria en toda Colombia? podemos.... hagámoslo. https://www.youtube.com/watch?v=utCHQH9JhIw
Juan(5em28)23 de enero de 2022 - 01:04 a. m.
Prisioneros del tiempo. Hermosa columna.
Magdalena(45338)23 de enero de 2022 - 12:44 a. m.
El tiempo es nuestro desafío de vida,a el nos aferramos con la esperanza que algo cambie.
PEDRO(90741)22 de enero de 2022 - 10:46 p. m.
Cuenta regresiva: faltan 197 días para que termine este gobierno de nada. El país necesita candidatos que ofrezcan un criterio propio. Es lo mínimo que merecemos los electores, independientemente de su lugar en el espectro político.
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