A mano alzada

Hong Kong: entre la paciencia y la incertidumbre

Fernando Barbosa
20 de agosto de 2019 - 05:00 a. m.

Lo que está sucediendo en Hong Kong genera una gran incertidumbre. Se trata de situaciones inéditas y las preguntas que saltan a la vista son múltiples. No así las respuestas.

En este momento resulta inevitable recordar los dolorosos acontecimientos de Tiananmén, de los cuales se están cumpliendo 30 años. Sin embargo, fuera de las imágenes y de varios datos contradictorios, a estas alturas no se sabe con precisión qué sucedió. Igualmente habría que indagar hasta dónde hubo influencia externa en estos desarrollos, si es que la hubo. De otra parte, como el próximo 31 de octubre se cumplen 70 años de la creación de la República Popular de China, cabe preguntarse si podrían tener relación estos dos aniversarios con las protestas de los hongkoneses.

Y, como siempre, el pasado tiene cosas que decirnos. Según la Declaración Conjunta entre Inglaterra y China de 1984, el gobierno de Pekín, a partir de 1997, recuperó su soberanía sobre los territorios que habían estado bajo el control británico. Pero en las negociaciones, los chinos accedieron a crear un régimen de transición con una duración de 50 años, que es lo que se conoce como “un país, dos sistemas”. En síntesis, se les garantizó a los hongkoneses medio siglo de autonomía que les permitiera ajustarse a la nueva realidad: convertirse en parte integral de China en 2047.

Otro elemento que sirve para entender las profundidades a las que pueden llegar las actuales protestas es que el mayor reto que China ha tenido desde su unificación en el siglo II a.n.e. ha sido el de mantener la unidad de la nación. Por tal razón, manifestaciones como la de Nueva York del 11 de agosto, en la que taiwaneses, uigures y tibetanos se unieron a las protestas de los hongkoneses, disparan las alarmas de Pekín. En efecto, las tensiones separatistas en estos territorios constituyen un desafío intolerable a la unidad del país y a la seguridad nacional que obligarían al gobierno, muy seguramente, a hacer todo lo que esté a su alcance para evitarlo. Porque, por supuesto, no sería una solución deseable para ninguna de las partes, ni para la región, ni para el mundo. Por lo tanto, la manera como se reaccione internacionalmente a estos retos será crucial para encontrar soluciones o para disparar las crisis, en un entorno en el que los cálculos económicos están descartados y lo que está en juego es la moral representada en la unidad nacional.

El malestar en Hong Kong no es de ahora. Recordemos el Movimiento de los Paraguas Amarillos de 2014, que fue controlado pero que dejó a varios participantes en la cárcel. Y no podrían dejarse de considerar otros movimientos a lo largo y ancho de este mundo globalizado, como el Movimiento de los Girasoles en Taiwán del mismo año o los Chalecos Amarillos en Francia y las manifestaciones de la izquierda y la derecha en Europa, el 15-M en Madrid y los Indignados. Tales manifestaciones están señalando las grietas de los sistemas políticos actuales y están generando presiones para moldear otras formas de gobierno que tendrán que abordar, de inmediato, el manejo del nuevo quinto poder: las redes sociales.

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