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El mundo de la posibilidad

Francisco Gutiérrez Sanín
01 de abril de 2022 - 05:30 a. m.

Déjenme apartar por un instante la mirada de los horrores que nos acosan. Son casi cotidianos, ¿no? Esta semana tuvimos el bombazo y el asesinato de niños por parte de las disidencias de las Farc, todo en nombre del pueblo. Y, para compensar, una posible masacre —y a la vez falso positivo— por parte del Estado en Putumayo. Porque la manera de legitimarse cuando se enfrenta a un grupo armado ilegal es asesinando civiles, ¿cierto? No sorprende en lo más mínimo: es la lógica de nuestro paraíso perfeccionista. Pero en el momento en que escribo estas líneas este último episodio está aún sin aclarar, así que no puedo referirme a él.

En todo caso, necesito dos respiros en el 2022 para marcar sendas fechas que creo muy importantes; una positiva, otra negativa. La primera, que celebro hoy, son los 70 años del arribo de Albert Hirschman a Colombia. Hirschman está en el top 10 de mi lista de grandes pensadores sociales del siglo XX. Y creo que se volvió Hirschman en nuestro país; su vínculo con él fue y es entrañable. También creo que fue aquí donde terminó de desarrollar su poco común combinación de inteligencia desaforada y optimismo luminoso. Tengo la sensación de que, quizás por eso mismo, hoy los colombianos hacemos lo humanamente posible por no leerlo. Pero espero que eso pase pronto, porque su espíritu de hereje y su foco impenitente en cómo hacer las cosas nos hacen más falta que nunca.

Aparte de un extraordinario analista social, Hirschman fue un tipo con una trayectoria vital colorida y extraña (cosa que aumenta mucho mi aprecio por él). Su formación como judío alemán en el período de entreguerras lo empujó al socialismo, aunque pronto se cansó de la ortodoxia. Fue enseguida un antifascista militante, consecuente y tomador de riesgos. Logró huir de la Europa en llamas y recaló en los Estados Unidos, pero el macartismo también lo sacó de allí. Terminó en Colombia. Después tuvo una trayectoria de consultor y analista de proyectos de desarrollo y de macrorreformas sociales —incluida la agraria colombiana— que lo mantuvieron constantemente ocupado (esto es apenas un esbozo; los detalles están en la estupenda biografía por Jeremy Adelman). La suya no fue la vida aislada de un pensador encerrado en su torre de marfil (aunque tengo que decir aquí que no tengo nada en particular contra esta última).

Hay muchas maneras de describir la manera de mirar el mundo de Hirschman o, usando sus propios términos, su “estilo cognitivo”. La que más me gusta desde hace años y la que considero más pertinente para la Colombia de hoy es “posibilismo”. Hirschman no fue un negador de la existencia de los problemas y las dificultades. Tampoco, de la necesidad de embarcarse en cambios en gran escala cuando fuera necesario. Precisamente por eso su optimismo nunca es banal o tonto. Pero tampoco aceptó nunca que las puertas estuvieran totalmente cerradas o que se necesitara de un cataclismo primordial para mejorar el desempeño de las organizaciones y sociedades. Sus dos preguntas fundamentales siempre fueron: ¿qué opciones tenemos en el momento y cómo podemos tratar de aprovecharlas?

Esas dos preguntas tienen tres características que me parecen muy constructivas. Primero, son profundamente políticas. De hecho, van en contravía del grueso de la actual ciencia política y de su extraño y paradójico esfuerzo por demostrar que el conflicto, la violencia, etc., no tienen nada que ver con la política. Segundo, no se pueden contestar de manera formuláica, sin conocer el contexto. Y tercero, ayudan a construir una mentalidad: la de tratar de entender qué toca hacer, con un énfasis en cómo se hacen. En un país que está en una situación muy delicada, que enfrenta tareas complejas y muy grandes, esta mirada es fundamental. Para retomar la senda de la paz, evitar/enfrentar un nuevo ciclo de conflicto y lo que sigue…

 

TierrAjena(4566)01 de abril de 2022 - 08:54 p. m.
¿4 años más del innombrable? ... ¡ TERR URI FICO !
Lorenzo(2045)01 de abril de 2022 - 05:59 p. m.
Recalar en el Platanal, huyéndole al hermoso macartismo, en plena Retoma Conservadora (1952, el Sordo Urdaneta) parece el argumento de una novela de utopía. Los godos ospinas montan a rojaspinilla y lo baja la yunta frentenacionalista. Amnistía, traición y asesinato de la guerrilla. Los llamados "Años sin-cuenta". Los '60s:casadenari inaugura el paramilitarismo y el NO rotundo a reformas agrarias.
Lorenzo(2045)01 de abril de 2022 - 05:58 p. m.
Diez años más tarde, el presidente azul al que no le gustaba leer ni escribir, gritaba "viva España" al darle la bienvenida a un presidente francés. ¿influencia intelectual de Hirschmann? Esa platica se perdió. Bueno, nunca es tarde: Bach rescató a un Vivaldi perdido en el olvido ¿símil exagerado? No importa, los cambios que deben hacerse suenan hoy -Primavera- al oído de millones de colombianos.
-(-)01 de abril de 2022 - 05:38 p. m.
Este comentario fue borrado.
jose(33220)01 de abril de 2022 - 02:12 p. m.
la mejor opción que tenemoes NO SE PUEDE APOYAR A FEDERICO ESO SERÍA UN PREMIO A LOS MAYORES ABUDINEADORES DE ESTE PAÍS (duque campeón y uribe....)si uribe abuso de la confianza del pueblo colombiano hay que castigarlo en las urnas. fico no y no es más de lo mismo .
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