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El ministro Restrepo

Gonzalo Mallarino Flórez
06 de agosto de 2022 - 05:00 a. m.

Dos programas le dedicó en estos días Yamid Amat al ministro de Hacienda saliente. Lo entrevistó en una sección del noticiero CM&. Dos programas durante los cuales Restrepo se dedicó a dar cifras y guarismos y a decirle a toda Colombia que él había hecho un gran ministerio. Envalentonado, altivo, vanidoso. Ese señor, en verdad, ya tiene garantizado su futuro. En cuántas juntas directivas lo querrán, en cuántos puestos sabrosos en el exterior, en cuántos cargos de experto asesor de grandes corporaciones. Los ex ministros de Hacienda tienen mucho porvenir.

Pero esa es otra cosa, vamos a lo importante.

Muchos economistas reputados han puesto en duda la forma en que el Gobierno hace las cuentas de crecimiento económico y otros indicadores, pero aun suponiendo que esas metodologías sean las correctas, es aconsejable detenernos un momento a pensar en lo que está diciendo este señor, en lo que está pregonando, en lo que está celebrando.

Él tiene que saber que solo este año se han muerto en La Guajira 38 niños de desnutrición. Tiene que saber que hay millones de niños colombianos que no pueden comer las tres comidas diarias y se acuestan con hambre. Tiene que saber que Colombia tiene uno de los índices más altos del mundo en concentración del ingreso e inequidad, que la pobreza ha aumentado angustiosamente, y que en este minuto hay cientos de miles de mujeres que no saben cómo van a conseguir que sus niños chiquitos dejen de llorar, porque no saben qué decirles y no pueden darles un juguete o una sopa. O un futuro. Y desde luego, no podrá, ninguno, bañarse más tarde o lavarse los dientes, porque no tienen agua, no tienen las obras elementales de saneamiento básico. Viven en los cerros pelados o en invasiones, en casas de lata y cartón. Son millones de mujeres a lo largo de Colombia. Cansadas, derrotadas, gimiendo, ¿no las oye, ministro?

El ministro Restrepo tiene que saber que proyectar un crecimiento de la economía del 6%, por ejemplo ―“el mayor de los países de la OCDE”, dice él con la boca llena―, puede contener todas las exactitudes metodológicas que usted quiera, todas las habilidades econométricas que usted quiera, pero no le quita el hambre a nadie.

Para cerrarle el paso a la pobreza y al hambre en Colombia ―lo que tendría que ser el empeño de un ministro de hacienda―, habría que crecer no sólo mucho más, sino durante décadas y décadas. De otra forma el resultado práctico es casi nada. Hay millones de colombianos y colombianas en la pobreza, mirando pasar por el aire los índices de crecimiento de la economía que durante años y años presentan los tecnócratas como Restrepo. Una población enorme que está ya agobiada, ya vencida, como condenada irremediablemente a su destino.

Ministro, ¿no oye el llanto de los niños?

Cierre un momento su computador y deje de correr series y de hacer cálculos, y mire de frente a sus conciudadanos. Hay que tener mucho morro para celebrar cualquier cosa en este país amoratado y adolorido. Sea cauto, por lo menos. Si no es capaz de hablar de lo verdadero y esencial de nuestros problemas y nuestras realidades, sea cauto por lo menos.

Gonzalo Mallarino Flórez

Por Gonzalo Mallarino Flórez

Escritor. Autor de varios libros de poesia y de ocho novelas, de las que hacen parte sus célebres Trilogía Bogotá y Trilogía de las Mujeres. Es frecuente colaborador de importantes periódicos y revistas

 

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