TRES CARROS DE VALORES LLEGAN A la Registraduría. Traen los cinco millones de firmas que Luis Guillermo Giraldo y el combo de empresarios y contratistas colomboprimeristas les pidieron a los colombianos para atornillar al presidente en su silla, atornillándose ellos, de paso, a sus contratos.
Los blindados, normalmente usados para el transporte de billetes, protegen kilos y kilos de papel entregados a una entidad que, tamaña ironía, ha dicho que no tiene papel moneda de curso legal para legalizar el curso inamovible de los acontecimientos. Y si no fuera porque el resultado de la Firmatón hubiera quedado expuesto a la ilegalidad, qué tranquilizador habría sido ver llegar un blindado extra con los mil seiscientos millones de pesos que necesita el registrador —privado de caja registradora— para cumplirles a los activistas uribistas el sueño de convertir a un mortal diligente en eterno dirigente.
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En Cali, una madre dice que le faltó sólo una firma (nada, comparada con las 5.021.873 del comité pro-referendo) para que a su hijo lo atendieran por herida de bala en la cara. A ella le puso la cara una enfermera caradura que le explicó cómo —no en materia de reelección presidencial sino de reexaminación facial— una firma hace la diferencia. No, digamos, la firma de Luis Fernando Jaramillo, uno de los abanderados de la Firmatón y presidente de Odinsa, el grupo que reúne a tantas y tantas firmas de constructores beneficiados con la bondad contractual del Estado y en cuyas oficinas, reconoció Jaramillo, alguna vez dieron tintico y sanduchitos para organizar Colombia Primero primero que organizar Colombia con el referendo. El ministro Diego Palacio de Nariño, cargando a hombros más pesos que el otro Diego, el olímpico, declaró que el drama del muchacho no fue por la firma y que todas las respuestas hay que pedírselas a la firma Saludcoop.
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En el barrio Villa Rosita, suroriente de Cartagena, cerca de la Terminal de Transportes, brotan de la tierra desechos hospitalarios. En otra villa, Villa Margarita, Montería, junto a un colegio al sur de la ciudad, encuentran más basuras mortales. También las descubren en una vereda del municipio de Oicatá (Boyacá), en Barranquilla (procedentes de Medellín), luego en San Andrés y de allí en adelante es sólo sentarse a esperar para asombrarnos con gasas, jeringas, bolsas de suero, algodones, guantes quirúrgicos, elementos de diálisis, jeringas y hasta carnes humanas descompuestas que inundan todo rincón donde las autoridades no ejercen la jurisdicción de la inteligencia. El capítulo que viene lo plantea un usuario asqueado: en Cali, en la veterinaria donde atienden a su mascota, vio que tienen contratado a un carretillero que recoge cada tanto los sobrantes de esta clínica, donde animales atienden a otros animales. Y no hay carretillero en Colombia que con lo del diario pueda pagar los calores de un crematorio. Pilas de residuos por todas partes, y pilas de personas apiladas en filas interminables o colgadas de teléfonos de atención al público —que no atiende nadie— tratando de superar la palaciega prueba de la Pila. Pero algún día, promete el Gobierno, la Pila y todo lo demás que compete a la salud funcionará, ¡póngale la firma!... o las cinco millones veintiún mil ochocientas setenta y tres firmas. La salud, y todo lo demás, mejorará con el próximo presidente. Aunque sea el mismo.
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Otra cosa: ¿Quiénes son los transportadores que, según la Asociación Colombiana de Camioneros, están involucrados en lavado de activos? ¿Quiénes son los funcionarios de justicia que, como dijo el Presidente, pidieron dineros para entorpecer investigaciones? ¿Quién es el senador que “sintió” que le estaban pidiendo plata? ¿Quién es el oficial que puso a la venta el video de la ‘Operación Jaque’? ¿Y quién el intermediario de la negociación en medios? ¿Quién es el alto funcionario de un organismo de seguridad que tuvo grabaciones de conversaciones telefónicas del director seccional de fiscalías de Medellín, Guillermo León Valencia Cossio, y que, después de dos o tres llamadas no chuzadas, convirtió los registros en aire?
TRES CARROS DE VALORES LLEGAN A la Registraduría. Traen los cinco millones de firmas que Luis Guillermo Giraldo y el combo de empresarios y contratistas colomboprimeristas les pidieron a los colombianos para atornillar al presidente en su silla, atornillándose ellos, de paso, a sus contratos.
Los blindados, normalmente usados para el transporte de billetes, protegen kilos y kilos de papel entregados a una entidad que, tamaña ironía, ha dicho que no tiene papel moneda de curso legal para legalizar el curso inamovible de los acontecimientos. Y si no fuera porque el resultado de la Firmatón hubiera quedado expuesto a la ilegalidad, qué tranquilizador habría sido ver llegar un blindado extra con los mil seiscientos millones de pesos que necesita el registrador —privado de caja registradora— para cumplirles a los activistas uribistas el sueño de convertir a un mortal diligente en eterno dirigente.
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En Cali, una madre dice que le faltó sólo una firma (nada, comparada con las 5.021.873 del comité pro-referendo) para que a su hijo lo atendieran por herida de bala en la cara. A ella le puso la cara una enfermera caradura que le explicó cómo —no en materia de reelección presidencial sino de reexaminación facial— una firma hace la diferencia. No, digamos, la firma de Luis Fernando Jaramillo, uno de los abanderados de la Firmatón y presidente de Odinsa, el grupo que reúne a tantas y tantas firmas de constructores beneficiados con la bondad contractual del Estado y en cuyas oficinas, reconoció Jaramillo, alguna vez dieron tintico y sanduchitos para organizar Colombia Primero primero que organizar Colombia con el referendo. El ministro Diego Palacio de Nariño, cargando a hombros más pesos que el otro Diego, el olímpico, declaró que el drama del muchacho no fue por la firma y que todas las respuestas hay que pedírselas a la firma Saludcoop.
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En el barrio Villa Rosita, suroriente de Cartagena, cerca de la Terminal de Transportes, brotan de la tierra desechos hospitalarios. En otra villa, Villa Margarita, Montería, junto a un colegio al sur de la ciudad, encuentran más basuras mortales. También las descubren en una vereda del municipio de Oicatá (Boyacá), en Barranquilla (procedentes de Medellín), luego en San Andrés y de allí en adelante es sólo sentarse a esperar para asombrarnos con gasas, jeringas, bolsas de suero, algodones, guantes quirúrgicos, elementos de diálisis, jeringas y hasta carnes humanas descompuestas que inundan todo rincón donde las autoridades no ejercen la jurisdicción de la inteligencia. El capítulo que viene lo plantea un usuario asqueado: en Cali, en la veterinaria donde atienden a su mascota, vio que tienen contratado a un carretillero que recoge cada tanto los sobrantes de esta clínica, donde animales atienden a otros animales. Y no hay carretillero en Colombia que con lo del diario pueda pagar los calores de un crematorio. Pilas de residuos por todas partes, y pilas de personas apiladas en filas interminables o colgadas de teléfonos de atención al público —que no atiende nadie— tratando de superar la palaciega prueba de la Pila. Pero algún día, promete el Gobierno, la Pila y todo lo demás que compete a la salud funcionará, ¡póngale la firma!... o las cinco millones veintiún mil ochocientas setenta y tres firmas. La salud, y todo lo demás, mejorará con el próximo presidente. Aunque sea el mismo.
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Otra cosa: ¿Quiénes son los transportadores que, según la Asociación Colombiana de Camioneros, están involucrados en lavado de activos? ¿Quiénes son los funcionarios de justicia que, como dijo el Presidente, pidieron dineros para entorpecer investigaciones? ¿Quién es el senador que “sintió” que le estaban pidiendo plata? ¿Quién es el oficial que puso a la venta el video de la ‘Operación Jaque’? ¿Y quién el intermediario de la negociación en medios? ¿Quién es el alto funcionario de un organismo de seguridad que tuvo grabaciones de conversaciones telefónicas del director seccional de fiscalías de Medellín, Guillermo León Valencia Cossio, y que, después de dos o tres llamadas no chuzadas, convirtió los registros en aire?