Publicidad

Construir democracia

El maestro universitario y la paz

Hernando Roa Suárez
22 de febrero de 2023 - 02:00 a. m.

El maestro universitario debe ser un ser en búsqueda inagotable de conocimiento, de sabiduría...

Como occidentales, como iberoamericanos, como colombianos, como seres humanos, al reflexionar en torno al maestro, tenemos un punto de referencia problematizador: la Grecia de hace 2.500 años; pensamos en Sócrates y en su discípulo Platón. Ahora, sabemos bien que instruir puede cualquiera, pero enseñar sólo podrá hacerlo históricamente quien sea reconocido como maestro. Él no es un instructor, no es un profesor, no es un funcionario que se lucra de las falencias del sistema educativo.

El maestro forma, se forma formando y formando impulsa el proceso de recreación de la realidad que, como sabemos, es dialógico, profundo, histórico… El maestro no es un negociante del bello proceso de aprender a aprender con nuestros educandos, no es un descrestador; es un ser en búsqueda inagotable de conocimiento, de sabiduría, es un ser que facilita los caminos para ser superado por los educandos. El maestro construye… fertiliza la realidad compleja e inagotable de lo humano. Su ejemplo es el mejor de los discursos.

En nuestros días, ser aceptado como maestro es el resultado de un bello proceso en que hemos aprendido con nuestros educandos a realizarnos como seres humanos integrales y, para ser reconocidos como maestros, tenemos que alcanzar el mérito de haber aprendido el arte de enseñar, habiendo ejercido la vocación con estudio, cuidado, constancia y conciencia crítica.

Recordemos brevemente al maestro Alfonso Borrero: “En toda educación en lo superior y para lo superior, es imprescindible la presencia del maestro, cuya figura tiene derecho de asilo permanente en la memoria del discípulo”. “Ser maestro no es grado académico que se otorgue tras discusión ni se someta a exámenes y concurso. Es consenso espontáneo. No es función burocrática que se asigna. No es honor que se compre”. “Llegar a ser maestro no es aparición repentina y ofuscante. Es muy lento amanecer, tan prolongado como la propia vida, que no conocerá ocasos”.

“La obra del maestro persiste más allá de los linderos del tiempo y del espacio. Distante o ausente, su obra perdura. Muerto, influye aún en quienes nunca lo conocieron. Con el hombre, cuando muere, se enmudece su cultura personal. La del maestro desaparecido persevera, maestra, como recuerdo eficaz”. Y finaliza: “Al contacto con el maestro, el discípulo se reconcilia con la vida, y al contacto con el discípulo, el maestro se reconcilia con su muerte”.

Si estudiamos los últimos 75 años de nuestra vida política (1948-2023), conocemos que lamentablemente los colombianos no hemos tomado las decisiones de autoridad precisas para abordar y solucionar el problema más importante de nuestra sociedad y que en nuestros días pone en peligro la gobernabilidad democrática, la estabilidad de las instituciones y el imperio del Estado social de derecho. En este tiempo, no debemos olvidar que hemos tenido distintos tipos de violencias, desde la preconizada por los partidos tradicionales y la vinculada especialmente al manejo de la burocracia y los intereses en torno al desarrollo del campo, hasta la contemporánea, donde encontramos el surgimiento de un tipo complejo y original de violencias que combinan guerrilla, narcotráfico, narcoguerrilla, paramilitarismo, terrorismo y delincuencia común. Por ello, a pesar de los avances alcanzados en 2016, y fueron significantes, el problema más complejo para resolver hoy y en el futuro es la construcción de la paz, concebida como ausencia de violencia abierta, estructural y cultural.

Ahora bien, ¿cómo podríamos concebir un maestro universitario comprometido con la construcción de la paz en nuestro gran país? Creo que un maestro universitario, como ciudadano constructor de la paz, la estudia individualmente y en grupo; reflexiona sobre distintas estrategias y tácticas; está dispuesto a contribuir en planes a corto, mediano y largo plazo, que conduzcan a su solución; promueve la convivencia, la solución pacífica de los conflictos e impulsa el diálogo y las alternativas pertinentes sobre la problemática vinculada a la construcción de la paz.

Complementariamente, pienso que el maestro constructor de paz, impulsado por su adecuada conciencia histórica, interviene con sentido solidario, proponiendo alternativas viables que preserven los principios y las prácticas de la democracia participativa y del Estado social de derecho (1). Si hemos de ser reconocidos como defensores de la paz, deben existir manifestaciones expresas de nuestro compromiso; en él, lo que está en juego es nuestro ser dinámico y creador, porque comprometemos no tanto nuestro presente, cuanto nuestro porvenir. Observemos que el carácter dinámico y creador de esta opción nos impulsará a excedernos y superarnos en el diseño y la solución del más significante tema colombiano, sin cuya resolución sostenible el funcionamiento de la democracia será imposible.

Entonces, el maestro comprometido es quien ha optado por colocar su ser histórico al servicio de la causa de la paz. Es un ser auténtico que actúa de tal manera que existe coherencia entre lo que piensa y lo que hace. En nuestros días, los maestros demócratas debemos tener claro que estamos invitados a ser constructores de paz y a comprometernos con esta causa, porque de su consolidación depende la supervivencia de la democracia.

roasuarez@yahoo.com

Referencia

(1) Véase del autor: (2023). Construir democracia. 50 años de periodismo de opinión. Tomo I. Política y democracia. Editorial Tirant Lo Blanch. Bogotá, pp. 39-162; 169-187; 353-410.

Bibliografía inicial

BOBBIO, Norberto. Liberalismo y democracia. FCE. Bogotá, 1993. HABERMAS, Jürgen. Más allá del Estado nacional. Trotta. Madrid, 1997. HOYOS VÁSQUEZ, Guillermo. Derechos humanos, ética y moral, en: Escuela de Liderazgo Democrático. Viva la Ciudadanía/Fundación Social/Universidad Pedagógica Nacional. Bogotá, 1994. LEDE­RACH, John Paul. Un marco englobador de la transformación de conflictos sociales crónicos. Gemika Gogoratuz. Gemika, 1994. MATURANA, Hum­berto. El sentido de lo humano. Dolmen Ediciones. Santiago de Chile, 1996. PECES-BARBA, Gregorio y otros. Derecho positivo de los derechos humanos. Ed. Debate. Madrid, 1987. ROA SUÁREZ, Hernando. Colombia Política. Ensayos y escritos. Javeriana-Ibáñez. Bogotá. 2012. _____ y Johan Galtung. Construyamos paz y democracia en América Latina. Revista Análisis Políti­co. No. 75. IEPRI-Universidad Nacional. Bogotá. 2012.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar