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¡Equipazo!

Iván Mejía Álvarez
13 de marzo de 2011 - 06:00 a. m.

Mayúscula lección de fútbol ofensivo, de conceptos tácticos y estratégicos, de respeto al juego y al rival, brindó el Barcelona en su calificación a cuartos de final en la Champions.

De la batalla del Camp Nou salió fortalecido el talante de Pep Guardiola y quedó arrugado el concepto respetuoso que se tenía sobre Arsene Wenger, quien hasta ahora era reconocido como un individuo coherente en sus decisiones y un auténtico gentleman.


Wenger, al igual que Guus Hiddink o Mourinho, fue al Camp Nou muerto de miedo y encerró a su escuadra en un viejo catenaccio del que salió mal librado. Arsenal perdió el partido, fue eliminado, no generó sino una situación real de riesgo —la que salvó Mascherano en el minuto 89—, no pateó al arco adversario y no hizo tres pases seguidos. Paupérrimo balance para una escuadra que en Europa es admirada por su manera de jugar, por su espíritu atacante, por su decisión de tener la pelota y generar fútbol de ataque. Utilizar a Cesc, Nasri, Van Persie y Rosicky como peones con el overol puesto y limitarles el campo de acción a tareas defensivas fue inocuo y vano. Arsenal no tuvo transiciones al ataque, nunca pudo cambiar el chip, fue especulativo, rácano y miserable en su concepción de juego. Wenger no sólo perdió, sino que vendió su alma al diablo al ponerse el vestido de “táctico”.


Los números hablan de un Barça que generó 12 situaciones de peligro, que tuvo el 74% de posesión más posición, que hizo 886 pases. La jugada del segundo gol, en que la tocaron todos, excepto Valdez, habla bien del respeto hacia el fútbol bien jugado. Escudarse en Bussaca para enturbiar la calificación azulgrana resulta tan ridículo como falaz.


En la eliminatoria, sumando el partido del Emirates y el del Camp Nou, fue evidente la superioridad catalana en todo sentido. Por eso, resulta lamentable y deja en completa evidencia a los que hablan de un  equipo “messidependiente” y sin valores tácticos. Quienes ven el juego de los blaugrana saben perfectamente que las variantes son numerosas, que las alternativas para destrabar partidos difíciles por la tendencia de los rivales a encerrarse —miedo que llaman— denotan la presencia de un gran técnico como Guardiola, que en los intermedios ha cambiado muchas veces el funcionamiento del equipo y con fórmulas audaces y sapientes logra el revulsivo en el juego y en la pizarra.


El problema del Barça no es el Madrid, a siete puntos y con un vergonzoso 5-0 entre pecho y espalda. El problema es el mismo Barcelona, al que hoy no le perdonan sus gratuitos malquerientes, envidiosos y mezquinos que no gane sino por un golcito de diferencia.

 

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