No me hablen de decencia en medio de la obscenidad oficial

Javier Ortiz Cassiani
28 de noviembre de 2019 - 05:00 a. m.

Por favor, no me hablen en estos momentos de las no sé cuántas especies de ranas ni de la hermosura del paisaje nacional. No me hablen de berraquera patria, ni de empuje, ni de invitaciones a no polarizar, ni de discursos de personas refugiadas en un supuesto centro que en el fondo terminan encontrándole justificación a la barbarie que sale del mismo Gobierno. No me hablen de las mafias que le hacen daño al país cuando los mismos organismos del Estado tienen formas mafiosas de actuar. No me hablen de defensa del patrimonio nacional cuando ni siquiera podemos proteger nuestro mayor patrimonio: niños, niñas y jóvenes.

No le resten importancia a la muerte del joven Dilan Cruz Medina acudiendo a la memoria de los policías y soldados asesinados. Duelen, por supuesto, y nos seguirán doliendo infinitamente porque son seres humanos, incluso la gran mayoría de ellos de la misma condición social de Dilan. No se trata de establecer una jerarquía de los muertos, duelen todos, pero hay detalles que no se pueden obviar para entender la gravedad de lo ocurrido. Policías y soldados murieron combatiendo o por atentados de organizaciones ilegales en medio de una guerra. Precisamente por eso —entre otras cosas— se hizo un Acuerdo de Paz con las Farc, para que no tuvieran que seguir muriendo en un conflicto que llevaba más de medio siglo. Y para nadie es un secreto que si algún resultado ha mostrado el Acuerdo es la ostensible disminución de la cantidad de policías y soldados muertos o recuperándose en los sanatorios de la nación. Pero a Dilan lo mataron fuerzas del Estado mientras ejercía pacíficamente el derecho a la protesta, y además, al parecer, a través del uso de una munición no convencional —que condenan los protocolos del derecho internacional humanitario— con la que se le disparó directamente a la cabeza. Justificar la muerte de este joven por los cientos de policías y soldados muertos en medio del conflicto nacional es darle licencia al Estado para que use métodos irregulares para la guerra y —lo que es todavía más grave— para reprimir la protesta social. Eso lo volvería inmediatamente un Estado ilegítimo.

Si algo ha caracterizado la forma de afrontar y reprimir el paro nacional es el uso de métodos ilegales por parte de la fuerza pública: desde usar gente para que amedrenten a los residentes de conjuntos residenciales de clase media y baja, invitar a los vecinos a sacar las armas para defenderse, pedirles a los habitantes de la calle que generen caos reventado los vidrios de las residencias, hasta infiltrar gente en las marchas. Quizá cabe preguntarle al presidente si está al tanto de todo esto. Si sabe que algunos policías han gritado vivas a la dictadura cuando han retenido a personas. Para ser más preciso: ¿tiene usted control del país y de sus fuerzas armadas? ¿Acaso la situación lo supera y estos métodos para generar caos y temor como forma de justificar medidas más represivas en realidad están por encima de usted? ¿Será que son estrategias orquestadas desde el ala más radical del uribismo que al parecer quiere deshacerse de usted lo más rápido posible porque en realidad sus carnitas y huesitos no son tan uribistas como se esperaba?

Dilan tenía 18 años, presidente. Me asusta que nos estemos convirtiendo en un Estado especializado en matar niños y niñas. Y por favor no confundan la decencia con construir una sociedad de borregos incapaces de reclamar sus derechos y de levantarse ante las injusticias sociales. No me hablen de decencia ciudadana en medio de esta obscenidad oficial.

 

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