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En el camino

“Rubia”

John Galán Casanova
29 de octubre de 2022 - 05:05 a. m.
“Rubia”
Foto: Netflix

Rubia, la película sobre la estrella Marilyn Monroe que el director neozelandés Andrew Dominik hizo para Netflix, suscita toda clase de comentarios.

Para unos es asombrosa, intensa, provocadora, fascinante, audaz, hipnótica, conmovedora, impactante, visceral, monumental, extraordinaria, reveladora, grandiosa, ambiciosa, osada, notable, singular, sublime, sofisticada y genial.

Para otros es mareante, escabrosa, excesiva, irritante, bizarra, ingenua, inconexa, desordenada, complicada, vulgar, torpe, caprichosa, pirotécnica, cruel, sádica, pretenciosa, tremendista, repetitiva, patética, pueril, unidimensional y moralmente despreciable.

Y hay quienes –entre la exaltación y el rechazo– añaden que es dura, brutal, compleja, desafiante, incendiaria y extrema.

Todos estos calificativos que ahora se arremolinan en torno a la película, en su momento fueron dichos a propósito de la propia Monroe, lo cual nos da una idea de su áspero y fabuloso destino.

Inmune a la modestia, Andrew Dominik predijo que Rubia ofendería a todos y se eternizaría como una de las diez mejores películas jamás filmadas: “sabemos que la vida de Marilyn estaba al límite, claramente, por la forma en que terminó. ¿Quieres ver la versión con verrugas y todo o quieres ver la versión desinfectada?”.

La versión con verrugas de Netflix dura 166 minutos, al cabo de los cuales, la protagonista, Ana de Armas, fue ovacionada durante una eternidad en el Festival de Venecia. Es una película larga, muy larga para el promedio actual, tan larga como las 936 páginas de la novela de Joyce Carol Oates en la que se inspiró Dominik para escribir el guion.

Ante los ataques que sindican a Rubia de revictimizar y explotar los abusos y maltratos a los que fue sometida Marilyn desde niña y a través de su carrera, Oates salió en defensa de la película: “No es una película para sentirse bien. Muchas películas sobre Marilyn son optimistas y tienen mucha música y canciones. Esta es probablemente más cercana a lo que ella realmente experimentó. Los últimos días de su vida fueron brutales. La cruel explotación de Marilyn por parte de, entre otros, John F. Kennedy, es bien conocida. Sorprende que en la era posMeToo la cruda exposición de la depredación sexual en Hollywood sea vista como explotación”.

Para Dominik, a partir de la figura de Marilyn, la película gira en torno a la guerra entre el yo público y el ser íntimo entre las celebridades: “se trata, en últimas, de la historia de una criatura no deseada que se convierte en la persona más deseada del mundo y no puede lidiar con todo el deseo que se le viene encima”. Sus detractores le reprochan que, con tal de mostrar su irresistible degradación, se engolosina con el destino trágico de Marilyn, ignorando su exuberante vitalidad. En esa dirección apuntan los dardos de Manohla Dargis, crítica cinematográfica del New York Times: “Ella era una actriz de un talento poco común. Pero, una vez más, un director está más interesado en examinar su cuerpo que su mente. Viendo Rubia me pregunté si Dominik había visto alguna película de Marilyn, si había visto alguna vez su talento trascendente, su brillantez”.

Aunque debo aclarar que no he visto ninguno de los treinta filmes en que Marilyn actúa, en la película de Dominik alcanzo a advertir esa presencia, esa cualidad luminosa, esa inteligencia titilante, esa mezcla de melancolía, resplandor y ansiedad, esa inocencia tímida y vibrante que sus instructores de drama encontraban en ella. Me sumo al portal Cinematographe cuando afirma que la maga Ana de Armas logra insuflarle humanidad al mito: “En sus pequeños gestos, en su sonrisa, la protagonista crea su propia versión, tan familiar como nueva: un ícono que renace en ella”.

Según concluye Joyce Carol Oates, Rubia no es una película para todo el mundo: “no es para los débiles de corazón. El director es incansable e intransigente. Los últimos veinte minutos son casi demasiado impactantes para ser vistos. Las cosas reales que le sucedieron a Marilyn fueron mucho peores que cualquier cosa en la película”.

La trágica desaparición de la rutilante Marilyn Monroe, ocurrida el 4 de agosto de 1962, unida al asesinato del presidente Kennedy un año después, marcó el ocaso del cinematográfico sueño americano. Después vendría el imperio de la TV, el horror de Vietnam, la Guerra Fría y una absurda cruzada contra las drogas que condenaba el consumo de sustancias psicodélicas mientras consentía que millones de estadounidenses se atiborraran legalmente de barbitúricos, anfetaminas y sedantes como los que segaron la vida de Marilyn.

En “Una hermosa criatura”, la semblanza que publicó en 1979 sobre su amiga Marilyn, luego de acompañarla a un funeral y de beber con ella una botella de champán, Truman Capote acompaña a la diva a dar un paseo por el muelle de South Street, en Brooklyn. La contempla recostada contra un poste mientras atardece, y aprovecha el momento para dirigirle una sentida despedida: “La luz se iba. Marilyn parecía esfumarse con ella, mezclarse con el cielo y las nubes y alejarse más allá. Yo quería elevar la voz más alto que los chillidos de las gaviotas y llamarla para que regresara: ¡Marilyn, Marilyn! ¿Por qué todo tuvo que acabar así? ¿Por qué la vida tiene que ser tan jodidamente asquerosa?”.

John Galán Casanova

Por John Galán Casanova

Poeta y ensayista bogotano. Premio nacional de poesía joven Colcultura, 1993. Premio internacional de poesía "Villa de Cox", 2009.

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