En entrevista reciente para El Unicornio la analista uruguaya -nacionalizada en Colombia- Laura Gil dio la clave para entender a qué obedecerían las sorpresivas jugadas políticas de Gustavo Petro en los últimos días: “Petro está haciendo todo el esfuerzo para evitar ir a una segunda vuelta, porque sabe que en ese escenario sería todos en contra suya”. (Ver entrevista).
El planteamiento suena razonable y explicaría las aparentes incoherencias en que estaría cayendo el dirigente de la Colombia Humana. Sin embargo, conviene recurrir a la frialdad analítica en busca de averiguar si es conveniente o contraproducente para su proyecto político.
De entrada, diferenciemos entre jugada y treta. Jugada es una “acción destacada que se produce en el transcurso de un juego”. Treta es el “medio que se emplea con astucia y habilidad para conseguir una cosa mediante engaño o trampa”.
En lo deportivo, una jugada es por ejemplo el gol olímpico que le propinó Juan Guillermo Cuadrado al Génova en el cobro de un tiro de esquina. Nos dejó a todos boquiabiertos. Treta, el gol del minuto 95 a todas luces amañado (¡y oso internacional!) durante un partido del torneo nacional entre Llaneros y Unión Magdalena, que ascendió a este último equipo a la primera división.
Ya en lo político, una treta fue la “jugadita” de Ernesto Macías para impedir la intervención de la oposición tras el discurso presidencial al inicio de las sesiones del Congreso en 2019. O Jennifer Arias queriendo engañar a su universidad con una tesis de maestría manchada de plagio intelectual.
A riesgo de ser etiquetado de petrista, diré que el modo en que Gustavo Petro está tratando de atraer a su redil al liberalismo no clasifica como treta sino como una hábil jugada, riesgosa si se quiere, pero de alto calado. Ahora bien, la incorporación del pastor evangélico Alfredo Saade a la consulta sí lleva el acíbar amargo de una treta politiquera, donde coincido con Humberto de la Calle en que “no es posible hacer compatible una plataforma llamada progresista con la incorporación al más alto nivel de un pastor liberticida y enemigo de la diversidad”. (Ver columna).
Lo cierto es que en los últimos meses hemos asistido a una operación fríamente calculada, que apunta a erosionar al Partido Liberal desde adentro y cuyo comienzo se ubica en la adhesión de Roy Barreras, un médico de ideología liberal que se inició en las juventudes galanistas y posee dotes de camaleón: en 2006 es elegido representante a la Cámara por Cambio Radical, en pleno apogeo del uribismo; pero al percibir su declive, en 2009 se hace expulsar y migra al Partido de la U, de Juan Manuel Santos, con tal éxito en su voltereta que fue incluido como negociador en las conversaciones de paz con las Farc. ¿Algo indebido en eso? No, señores, “la política es dinámica”.
El siguiente paso lo dio Luis Fernando Velasco, también de las entrañas liberales, quien partió cobijas con César Gaviria y se presentó como precandidato presidencial a la consulta del Pacto Histórico después de anunciar que “el Partido Liberal hoy es una vergüenza”. (Ver noticia).
Pero el gran terremoto -tiznado de escándalo- se dio tras la publicación de una foto donde aparece el exgobernador de Antioquia por el liberalismo, Luis Pérez, en compañía de la líder social Isabel Cristina Zuleta y el abogado Luis Eduardo Parra, este último alguien que viene de menos a más en el petrismo y, al parecer, habría sido el gran componedor de dicho encuentro. (Ver foto).
Hablando de jugadas que nos dejan boquiabiertos, boquiabierta quedó Margarita Rosa de Francisco, así que corrió a preguntarle a Petro: “¿La cosa es un hecho? ¿Cuál sería el trato?” (Ver trino).
En este punto, como dijo el descuartizador de Boston, vamos por partes: el acercamiento de Luis Pérez al Pacto Histórico (¿o fue al revés?) tuvo que ser el resultado de algún trato o acuerdo, sobre un escenario donde de entrada se pensaría que el único beneficiado es Pérez, por el reencauche de su imagen, mientras que el agua sucia pareció llevársela Petro, de quien Federico Gómez Lara afirma que “se olvidó de su pasado y se casó con una nueva consigna: hay que ganar, a como dé lugar. Todo vale. Quién iba a creer que en apenas tres años el líder de la Colombia Humana fuera a convertirse en un aventajado político tradicional”. (Ver columna).
En conclusión, esta última jugada de Petro resultó más osada que la de cualquier avezado tahúr, y la reflexión a la que invita Gómez Lara es si se debe considerar lícito o incorrecto que a estas alturas del partido se acuda a tan arriesgada apuesta -llámese negociación, trato o componenda- con un sector de la política tradicional, y con un solo objetivo: la conquista del poder, cueste lo que cueste.
Si llegara a ser cierto lo que plantea Laura Gil, que Petro cree que si no gana en primera vuelta lo harán perder en la segunda, ¿no se justificaría entonces el intento de atraer al liberalismo a su favor metiendo en la misma canasta del mercado (electoral) a alguien de la entraña liberal como Luis Fernando Velasco, al lado de un camaleónico -pero inteligente y hábil- Roy Barreras, y encimita al muy cuestionado Luis Pérez, todo bajo el loable objetivo estratégico de hacerse a la presidencia y… como dice el refrán campesino, en el camino se arreglan las cargas?
Pese al bajonazo de imagen que ha recibido el Partido Liberal por cuenta de su licenciosa cercanía al gobierno del subpresidente Iván Duque, es innegable que César Gaviria tiene en sus manos un poder inmenso, dependiendo de las decisiones que tome frente a la campaña electoral en ciernes.
Hoy el único aspirante por ese partido es un hombre a mi modo de ver intachable, el exgobernador del Atlántico Eduardo Verano de la Rosa, quien de años atrás pregona la necesidad de concebir a Colombia como un país pluricultural: “que las regiones tengan una entidad territorial y autoridades propias, con una filosofía de gobierno local y planes de desarrollo dentro de un enfoque regional. Sería sin duda una economía más próspera”. (Ver entrevista).
No es de mi incumbencia sugerirle al director del Partido Liberal lo que debe hacer, pero llego a imaginar un escenario donde un día Gaviria (César, no Alejandro) amanece de buenas pulgas y le da por anunciar algo así, palabras más palabras menos: “puesto que Eduardo Verano de la Rosa es el único aspirante por muestro partido y en la coyuntura actual se imponen las coaliciones, lo invito a que participe en la consulta del Pacto Histórico”.
La humilde impresión del suscrito es que en tal caso el único que sobraría -como mosco en leche- en esa consulta sería el impresentable Saade, mientras que la honrosa adhesión del liberalismo en pleno a la causa del Pacto Histórico le permitiría a Gustavo Petro conquistar su anhelado sueño de ser presidente de Colombia en la primera vuelta. Palabra que sí.
Post Scriptum: En consonancia con la tendencia ‘cristiana’ que ahora se respira en el petrismo, la directora de Comunicaciones, Nany Pardo, publicó en uno de sus trinos una imagen de la Virgen de Guadalupe con esta leyenda: “Gracias, Morenita”. Solo le falta invitar a rezar el rosario en compañía de su ex, el muy publicitado actor Agmeth Escaf, hoy candidato a la Cámara de Representantes por obra y gracia suya. (Ver trino). En todo caso, va mi mensaje solidario para Miguel Ángel del Río, a quien eliminaron de la merecida cabeza de lista en Atlántico para poner al actor en el papel “protagónico”. ¿Fue el ilustre abogado víctima de una treta... o lo sacaron en jugada limpia? No se pierda el próximo capítulo de esta apasionante novela.