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Tecnocracia en la burbuja

Jorge Iván Cuervo R.
29 de enero de 2021 - 03:00 a. m.

Con cierta ligereza se tiende a definir el gobierno de Donald Trump como un capítulo más del populismo, usando ciertos lugares comunes para explicar su ascenso, tales como un contexto de desigualdad creciente en los Estados Unidos y el empobrecimiento de una clase media blanca que atribuye a la globalización de los mercados y a la protección de los afros e inmigrantes el deterioro de sus condiciones de vida.

Pero el fenómeno populista implica que un líder proveniente del pueblo llegue al poder para reivindicar el clamor de las clases populares que representa. Esa ha sido la experiencia predominante en América Latina y uno de los rasgos esenciales del populismo. Trump hace parte de la élite económica y sus políticas económicas y sociales no tuvieron un distintivo populista. El vínculo de representación es esencial para caracterizar al líder populista y el magnate no lo tenía, sus seguidores se reflejaban en sus ideas y discurso pero no en él.

Tuvo sí un lenguaje en tono nacionalista y xenófobo, agitando profundos sentimientos de odio racial y de rechazo a las élites y al establecimiento político que capitalizó de manera sagaz, si bien se encontró con la pandemia del COVID-19 que debido a su erróneo e indolente manejo impidió su reelección, y ya en un acto de desesperación decidió enfrentar la institucionalidad y las costumbres políticas con efectos corrosivos para la cohesión social estadounidense que ya venía agrietándose. El asalto al Capitolio por sus simpatizantes fue el clímax tragicómico de esa aventura.

En su reciente libro La tiranía del mérito (Debate, 2020), Michael J. Sandel trae otra explicación para explicar el ascenso de Trump a la Presidencia de los Estados Unidos. Si bien a mi juicio sigue usando de manera equivocada la categoría del populismo, introduce un nuevo elemento al análisis que nos saca de los lugares comunes de verlo como una reacción a la creciente desigualdad en el país del norte. Dice Sandel que Trump fue elegido “porque supo explotar un abundante manantial de ansiedades, frustraciones y agravios legítimos a los que los partidos tradicionales no han sabido dar una respuesta convincente”. La falla de los partidos también ha sido señalada por Levitsky y Ziblatt en Cómo mueren las Democracias.

Uno de esos sentimientos que explotó Trump es la humillación constante que el ciudadano común sufre en una sociedad meritocrática donde se premia al ganador y se envía al ostracismo a los perdedores, que son la mayoría. Esa es justamente lo que Sandel llama la tiranía del mérito, “la petulante convicción de los de arriba de que se merecen el destino que les ha tocado en suerte y de que los de abajo se merecen también el suyo”. Darle excesivo valor al mérito nos aleja de un proyecto común como sociedad y nos hace creer que lo público se define por el crecimiento del producto interno bruto y que el valor de una persona se mide por su aporte al mercado. El predominio del lenguaje del mercado como eje de la discusión pública, anota Sandel, ha relegado discusiones morales relevantes que terminan por debilitar a las democracias que en el mundo moderno se construyen sobre el ideal de la igualdad.

Fenómenos como el de Trump se sustentan no tanto en la pérdida de las condiciones de vida de los trabajadores —fenómeno que sucede en todo el mundo—, como en el deterioro de lo que Sandel denomina la estima social, la humillación de verse relegados en una sociedad competitiva que castiga duramente al perdedor. Contra ese sentimiento fue que se rebelaron quienes votaron por Trump.

La mirada condescendiente que suele tener un sector de la tecnocracia en Colombia que vive en una burbuja de éxito —el suyo propio— ha contribuido a que en Colombia se haya desvanecido la idea de un proyecto común, terreno propicio para la mal llamada polarización y espacio fértil para proyectos que buscan extender la normalidad institucional sin pensar a fondo la fractura política y la cuestión social que dejaron ver las protestas sociales y ahora el impacto desigual del COVID-19.

@cuervoji

 

Atenas(06773)29 de enero de 2021 - 02:45 p. m.
Y decinos, oh sabio opinador, ¿dónde diablos en el orbe entero, de hogaño y antaño, no se ha privilegiado a aquel q' corre el riesgo y hace el esfuerzo? Toma cualq. pasaje de la historia, y de la natura misma como lo enseñara Ch. Darwin, si no es por implacable ley del reino animal q' el más adaptativo y fuerte ha de llevar la primacía. Lo q' luego con el desarrollo y la evolución se habrá de limar
juan(5027)29 de enero de 2021 - 01:15 p. m.
"La tiranía del mérito", interesante punto de vista para ayudar a entender la desigualdad que buscan normalizar los amos del dinero y el poder.
  • Hermann(62494)29 de enero de 2021 - 03:37 p. m.
    De acuerdo. La competición mal entendida aumenta el individualismo Yeni impide proyectos comunes para enfrentar la desigualdad
Mar(60274)30 de enero de 2021 - 01:22 a. m.
Ja, votan por él, por matarife, por Bolsonaro los que menos son representados por esta clase de psicópatas, pero se sienten deslumbrados por sus gritos, por sus arengas, ya tienen quien los dirija como zombies, para no tener que pensar, cosa que nunca han hecho en su vida, primero con la religión que los embruteció y luego con estos "salvadores".
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