La actividad humana causante de la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) puede asimilarse a un potencialmente catastrófico experimento planetario. Hay indicios en el pasado que muestran que la acción del hombre sobre la atmósfera produjo cambios en la temperatura global. La época denominada Pequeña Glaciación, durante los siglos XVI y XVII, pudo desencadenarse o intensificarse por los efectos de la conquista española. El genocidio religioso y militar redujo en tal forma la población nativa, que los sobrevivientes necesitaron menor área agrícola y esta poco a poco y naturalmente fue sustituida por bosques, los cuales al absorber el CO2 durante su crecimiento redujeron marginalmente la temperatura.
La mayor comprensión de la dinámica de la atmósfera muestra que los fenómenos climáticos no son lineales, casi todos tienen efectos de retroalimentación positiva, por lo cual pequeñas variaciones en los parámetros pueden producir grandes cambios en los resultados. El Acuerdo de París buscaba que la temperatura media de la atmósfera no superara en 2º C la del período preindustrial y en lo posible que fuera menor a 1,5º C. En el informe de 2021 del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por su sigla en inglés) se concluye que la meta de los 2º C no es suficiente para evitar el deterioro, se deben controlar los GEI para que el aumento de la temperatura sea inferior a 1,5º C.
Por efecto de la retroalimentación positiva, un incremento de 1,5º C conduce a cambios que pueden superar los 4 o 5º C, que sería una situación catastrófica. Con los niveles actuales de GEI ya se está produciendo el derretimiento del permafrost, que aumenta significativamente los niveles de metano (CH4) en la atmósfera. Este gas es 80-100 veces más potente en el efecto de invernadero que el CO2, a más metano mayor temperatura, a mayor temperatura más fusión del permafrost. El aumento de la temperatura disminuye el casquete del polo norte, cuyo color blanco tiene el efecto de reducir la temperatura al reflejar más luz solar. Si disminuye el área cubierta por glaciares y nieve, aumenta la temperatura y se incrementa la reducción del área cubierta de nieve y glaciares con el efecto acumulativo. Por otra parte, el calentamiento de las aguas oceánicas hace que estas reduzcan la capacidad de absorción del CO2, aumentándolo en la atmósfera, haciendo crecer la temperatura y reduciendo aún más el CO2 absorbido por los océanos.
Milankovitch, a principios del siglo XX, propuso una teoría que pudiera explicar la reversión de la retroalimentación positiva. Se basó en los cambios periódicos en la órbita de la Tierra por la inclinación del eje de rotación con respecto al plano en el que se mueve, la eclíptica y el bamboleo del eje. Si el ángulo aumenta, la temperatura tiende a disminuir y puede llegar a un período glacial.
Entre 1950 y 1980 se redujo la tasa de crecimiento la temperatura atmosférica que venía desde 1840 e incluso se reviertió. Parte del mundo científico pensaba en el riesgo de una glaciación —que no ha ocurrido— por los efectos astronómicos; es posible que sin proponérselo el aumento de los GEI haya contribuido a evitarla. Pero es claro que se ha excedido la emisión de GEI, con riesgo de una crisis mundial.
Aún se tiene posibilidad de evitar una catástrofe, la tecnología y los compromisos políticos y económicos pueden lograrlo. Continuará...