Después de cuatro años con escándalos diarios de Trump y su familia, conviene recordar que en los ocho años de Obama no hubo un solo escándalo personal del presidente o de su familia. Incluso con hijas adolescentes. Ni uno.
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Después de cuatro años con escándalos diarios de Trump y su familia, conviene recordar que en los ocho años de Obama no hubo un solo escándalo personal del presidente o de su familia. Incluso con hijas adolescentes. Ni uno.
¿Pero qué habría pasado si las hijas de Obama hubieran hecho, digamos, una venta de limonada en las afueras de la Casa Blanca y al final del día hubieran ganado una fortuna de mil dólares? Los republicanos habrían pegado el grito en el cielo, acusando a la familia presidencial de abusar de su poder e influencia y de incurrir en actos de corrupción. Lo llamativo es que esos mismos líderes del partido no han dicho una palabra sobre los negocios que Ivanka Trump y su marido, Jared Kushner, han hecho durante esta presidencia, abusando de su poder e influencia y, de paso, ganando en el 2019 más de 36 millones de dólares.
La gran conclusión después de estos cuatro años de Trump en el poder es que la hipocresía del Partido Republicano es insólita en la historia reciente del país. Y es a todas luces inadmisible.
En el año 2009, durante el discurso de Obama en el Congreso sobre la reforma de salud pública, Joe Wilson, republicano de Carolina del Sur, interrumpió al presidente con un grito: “¡Usted miente!”. Lo peor era ver la dicha soterrada de sus colegas, que se daban con el codo, felices de que alguien le faltara el respeto a Obama. Pero ahora que Trump lanza unas 17 mentiras comprobadas al día, ni Wilson ni sus colegas dicen una palabra.
Durante los dos períodos de Obama, la mayor cantaleta de los republicanos, y la tesis que voceaban para torpedear los esfuerzos del presidente para salir de la crisis financiera creada durante el régimen republicano de George W. Bush, fue el déficit fiscal. Pero ahora que ese mismo déficit explotó en el gobierno Trump, gracias a su reducción de impuestos a los ricos y a las grandes corporaciones, los republicanos no han dicho nada.
En su primera campaña, Trump se dedicó a fustigar a Hillary Clinton por el uso indebido de sus correos electrónicos. El estribillo de “¡emails, emails, emails!” es inolvidable. Pero cuando se supo que Ivanka y otros habían cometido el mismo pecado con sus propios correos, Trump y sus cómplices del partido guardaron silencio total.
Lo cierto es que lo que ellos tanto criticaban es ridículo frente a lo que han callado con Trump. A Obama le armaron un escándalo por vestirse con un traje color beige. ¿Pero qué habrían dicho los republicanos si hubieran descubierto que Obama llevaba años sin pagar impuestos, o si no hubiera aceptado el triunfo de Trump ni facilitado la transferencia del poder, o si más de 260.000 compatriotas hubieran muerto por un virus pésimamente capoteado por el presidente?
El Partido Republicano ha sido el cómplice criminal de Trump. Ha callado sus mentiras, ha aceptado sus elogios a dictadores enemigos del país, en un claro acto de traición nacional, y ha tolerado todos sus escándalos. Este partido perdió para siempre su credibilidad y su autoridad moral para denunciar. Su silencio y servilismo en estos años han sido patéticos e irreparables. No se volverá a creer una palabra que digan ni se aceptará una sola crítica, porque luego de validar al gobierno más corrupto de la historia moderna del país, eso no los vamos a olvidar. Nunca.