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Últimos reductos

Juan David Ochoa
10 de diciembre de 2022 - 05:01 a. m.

Presidencia ha comprendido ahora la dimensión de los reductos de los grupos armados que han quedado dispersos entre las regiones donde el Estado sigue siendo ausente y precario. Las disidencias de las Farc se han hecho sentir y han demostrado sus posibilidades de ataque ante cualquier aparición y coyuntura que vean propicia para custodiar sus territorios y sus zonas de influencia. El narcotráfico sigue estando en el centro neurálgico de una catástrofe social sin resolver, y esa custodia y defensa de los intereses de los grandes flujos económicos de sus laboratorios y cultivos seguirá siendo el insumo de ataques con muertos que siempre terminan por convertirse en pequeñas cifras invisibilizadas bajo un desastre sin cálculos.

Gustavo Petro ha visitado el Cauca y la clínica Valle del Lili en Cali, donde se recuperan los soldados heridos y sobrevivientes del ataque del pasado 5 de diciembre en el Cauca por la columna Jaime Martinez, una improvisada disidencia con nombres memoriosos y solemnes que solo les sirve para maquillar ideológicamente su único interés: la preservación de su subsistencia entre los reductos económicos de una guerra que ha quedado en el aire y bajo los mundos ocultos de la selva después de que los grandes ejércitos institucionalizados entregaron las armas y esas rutas dominadas por décadas quedaron a merced de los primeros que pudieran obtenerlas, ya que la presencia estatal, desde los mismos tiempos de Juan Manuel Santos, no pidieron llegar como una fuerza natural del dominio y de la gobernanza.

Los tiempos posteriores de Iván Duque y su séquito inútil de políticos sin norte y sin sustento, solo permitieron aun más que la catástrofe anárquica en el campo se hiciera más profunda, esquizoide y brutal, hasta que esas mismas disidencias, confiadas en la libertad durante la retoma de los territorios despejados, lograran dominar las coordenadas que les servirían ahora para el control de sus finanzas y su confort. Durante esos mismos tiempos de gobernanza vergonzosa, las intenciones políticas estuvieron dirigidas a saquear las reservas y los fondos internacionales para ajustar los acuerdos de paz, hasta dejarlos semidestruidos. Cuatro años después, sin fondos, sin trabajo estructural y sin legado político, la herencia en tiempos de Gustavo Petro es el terreno salvaje de los grupos confiados en su nueva experiencia y en las intenciones más hondas para continuar en sus métodos de sobrevivencia criminal.

Mientras avanza el largo diálogo con el Eln y las bandas de Buenaventura, la presencia de los grupos crecientes en la selva puede continuar, engrosando las cifras naturalizadas de ataques repentinos hasta que la misma costumbre los identifique como rostros comunes de un país que intenta dejar los rastros de su larga adolescencia oscura, sin otra opción que el exterminio lento y prolongado hasta una fecha misteriosa de otro tiempo. Herencias de un Estado ausente en las regiones donde pudo llegar cuando el momento era justo y exacto para hacerlo.

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