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Caminos hacia el bienestar

Juan Felipe Carrillo Gáfaro
30 de octubre de 2020 - 07:31 p. m.

Parte de un proceso educativo exitoso consiste en enfocarse en el bienestar de todas las personas que conforman una comunidad educativa; es decir, en el bienestar de los padres, de los docentes, del personal administrativo, y en particular de los niños. Pensar en términos de bienestar para desarrollar la práctica educativa y mejorar la pedagogía no tiene nada de nuevo: desde John Dewey hasta Paulo Freire, pasando por María Montessori, el bienestar se ha erigido como pieza clave de la educación y lo seguirá siendo por mucho tiempo.

Sin embargo, pese a que se trata de un tema evidente para todos, por no decir trillado, nos sigue costando trabajo a estas alturas establecer estrategias concretas que permitan hacer del bienestar una realidad. Esta dificultad hace que, por lo general, se le dé más importancia a la competitividad, a la terrible lógica de pasar por encima del otro a cualquier precio y a la inicua idea de que para ser alguien en la vida hay que tener cierto tipo de cosas. Si en lugar de desarrollar estos antivalores se pusiera en primera línea la importancia del bienestar en cualquier proceso educativo, la manera de actuar y de pensar de muchos de nosotros sería diferente.

Entre la cantidad de estudios que hay sobre el tema, existe uno que permite entender de manera práctica lo que se necesita para promover bienestar. Se trata del trabajo titulado Cinco caminos hacia el bienestar (Five ways to wellbeing) realizado en 2008 por la New Economics Foundation. El objetivo de la investigación, basada en fundamentos de psicología social, fue determinar qué tipo de acciones individuales promueven bienestar sin importar la edad y cómo la aplicación de dichas acciones debería ser vista como un ejercicio cotidiano sencillo. Las cinco acciones son las siguientes:

Conectarse con los demás – Tener contacto con los demás, sin importar qué tan superficial es la relación, es fundamental para sentir apoyo y dar apoyo. Además, desarrollar la capacidad de poner en contacto a otras personas con el fin de que se ayuden mutuamente es importante para la autoestima y la seguridad.

Ser activo – Además de lo que ya se conoce sobre la expresión “mente sana en cuerpo sano” (Juvenal, Sátiras), la actividad física y el movimiento son factores evidentes de bienestar. En particular, cualquier tipo de actividad en este sentido reduce la ansiedad, atenúa los riesgos de depresión y disminuye la probabilidad de reproducir pensamientos negativos.

Tomar nota – Se trata de la capacidad de sorprenderse y estar atento a lo que nos rodea. También se trata de disfrutar el momento presente, de intentar no hacer juicios apresurados y limitarse a observar y saber escuchar a los demás. También significa conocerse a sí mismo e identificar cuáles son nuestras necesidades y saber cómo pedirlas.

Seguir aprendiendo – Ser consciente de la importancia de no dejar de aprender. Ver la vida como un largo proceso educativo donde conocer cosas nuevas es sinónimo de confianza y optimismo. En el caso de los niños, la clave está en el juego como principal motor de su aprendizaje. En el caso de los adultos, la clave está en la capacidad de (re)descubrir nuevas posibilidades.

Dar – Está comprobado que darle algo positivo a alguien aporta bienestar. Dar las gracias, hacer un favor, tener un signo claro de empatía con el otro. No se trata necesariamente de dar algo material. Lo simbólico como expresión del afecto por el otro tiene un papel central en esta acción pues contribuye a promover el sentido de comunidad a través de la cooperación.

Considero que incluir principios de este tenor en las prácticas pedagógicas, como una parte clave de la misión de las instituciones educativas, sería beneficioso para toda la comunidad y en particular para docentes y alumnos, máxime en una época como esta. Poner en marcha acciones como éstas, permitiría no sólo reducir la carga de violencia inherente a la educación, sino también dejar de lado la pesada dicotomía moralista que separa el “bien” y el “mal”.

@jfcarrillog

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Atenas(06773)30 de octubre de 2020 - 10:38 p. m.
Y quién pudiera, honesta/, no estar de acuerdo con la asertividad de lo expuesto, Y quizá de ello pudieran darse otras ideas de desarrollo propositivo, mas serían modificaciones de forma, no de fondo. En eso no hay disparidad, pero si surge la inevitable pregunta:¿ todos aquellos docentes afiliados a Fecode si tienen plena conciencia de lo expuesto? De su cuerpo directivo no rezuma más q' odio.
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