Basura somos todos

Juan Pablo Ruiz Soto
14 de marzo de 2018 - 04:00 a. m.

La crisis de las basuras en Bogotá se ha enfocado en el tema de la recolección, pero ésta es solo una de las muchas aristas de un problema que aún no enfrentamos de manera integral. Cuando era niño, mi mamá me decía: “Mijito, no haga basura, bote el plástico en la caneca”, y yo le hacía caso y sentía que el problema estaba resuelto. Pero en realidad era un generador inconsciente de basura. Es semejante a lo que viene ocurriendo en Bogotá: lo que estamos viendo en las calles es la más clara demostración de que el problema de las basuras no termina en el momento en que amarramos las bolsas y las bajamos a la calle para que un camión se las lleve.

El relleno sanitario de la ciudad está saturado y parece más un botadero que un relleno sanitario. El trabajo de reciclaje es mínimo, y los recicladores, para recoger lo que les sirve, rompen las bolsas y dejan el resto regado sobre los andenes.

Nosotros no separamos las basuras en la fuente y le complicamos la tarea al reciclador. Además, por falta de criterio al seleccionar los productos que consumimos, generamos muchos desechos que se podrían evitar. El sector empresarial presenta productos en empaques desechables, cuando podría entregar los mismos en empaques más amigables con el medio ambiente. Los centros de distribución hacen negocio distribuyendo productos en empaques que generan basura innecesaria. Hoy, hacer basura es gratis, los costos los asume la sociedad, faltan incentivos económicos para favorecer la reutilización y el reciclaje, y que quien produce basura asuma el costo.

En medio de todo esto, ni la administración de Petro ni la de Peñalosa han logrado definir y poner en práctica un sistema efectivo para tener limpia la ciudad. En ese sentido, Bogotá está cada día más lejos de convertirse en una ciudad sostenible y con calidad de vida.

Como ciudadanos debemos generar soluciones y presionar para que el manejo de las basuras mejore, pues la suciedad acumulativa —que ya está comenzando a verse— causa serios problemas de salud y agudiza conflictos sociales. ¡Ejerzamos nuestro poder de decisión y rechacemos productos que vienen en empaques que generan basura innecesaria! Compremos bebidas solo en envases retornables. Rechacemos el Icopor y los empaques que no sean biodegradables; usemos nuestras propias bolsas. Debemos separar vidrio, plásticos, orgánicos, papel y cartón, y apartar lo que no es reciclable. Lo reciclable debemos sacarlo a la calle con tiempo suficiente para que los recicladores puedan recogerlo, o por lo menos que sea recogido por camiones diferentes, pues debe ir a sitios diferentes. Quien no separe y no cumpla la norma debe ser sancionado. Por su parte, los recicladores se deben comprometer a no romper las bolsas y evitar el reguero contaminante. Los envases retornables deben tener prioridad, y debe haber un cobro —o “finca”— que solo se reintegra una vez el envase se devuelva. Necesitamos con urgencia soluciones prácticas, pues la basura nos está devorando. Todos somos responsables, desde los usuarios hasta la administración de la ciudad. Quien no crea que un mejor panorama es posible, que piense en el ejemplo de los holandeses, que solo llevan al relleno sanitario el 3% de lo que acá consideramos basura.

 

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