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Atalaya

Adoctrinamiento

Julián López de Mesa Samudio
04 de agosto de 2022 - 05:00 a. m.

Por muchas décadas las cátedras de historia fueron obligatorias como parte del pensum en los colegios. Sin embargo, en los últimos años, gracias a nuevos criterios en materia educativa (como aquellos recomendados por la OCDE), la historia fue eliminada o incluida como parte de otras materias.

Empero, durante el tiempo en que fue obligatorio el estudio de la historia, a muchas generaciones nos enseñaron, desde muy niños, falsedades como que la Reina Isabel de Castilla había vendido sus joyas para financiar el viaje de Colón y que éste, ante la imposibilidad de conseguir marineros dispuestos a seguirlo en su primer viaje transoceánico, había desocupado las cárceles de España, trayendo presos y la peor ralea española a costas americanas (la verdad es que ni la reina vendió sus joyas, ni quienes vinieron fueron presidiarios). También, por ejemplo, nos enseñaron acerca de Bolívar, pintándonos una imagen de santidad más propia de una hagiografía que de una verdadera biografía, en la que se exaltaba artificiosamente una vida virtuosa y sin mácula, mientras se ocultaban o matizaban los rasgos oscuros del carácter de Bolívar y las acciones deleznables del personaje, como la masacre conocida como la Navidad Negra de 1822, cerca de Pasto, en la que las tropas bolivarianas asesinaron a medio millar de personas so pretexto de la liberación.

De otra parte, en estas clases de historia propagandista que nos tocó padecer a aquellos que tenemos más de 30 años (enfocadas a responder la pregunta “¿qué pasó?” en un momento histórico determinado, y no la pregunta más pertinente de “¿por qué pasó?” esto o aquello), tampoco nos enseñaron acerca de la rica y variopinta historia de nuestras etnicidades y de la multiplicidad de culturas que componen nuestra sociedad, más allá de los lugares comunes y superficiales de algunos mitos fundacionales de pocas comunidades indígenas; tampoco tuvimos la posibilidad de conocer las complejas razones que desembocaron en los procesos y conflictos contemporáneos, pues las clases se limitaron a delimitar bandos, calificando perversamente a unos como buenos y a otros como malos.

Sí, por mucho tiempo nos contaron una historia de Colombia parcial y parcializada que se ajusta a la definición de adoctrinamiento, entendido como un conjunto de prácticas formativas y de propaganda implementadas por una autoridad competente y encaminadas a inculcar determinados valores o formas de pensar que le sean convenientes a quien las instaura. El adoctrinamiento ha sido promovido, en la gran mayoría de los casos, por las élites sociales dominantes como medio de control social no explícito ni necesariamente coactivo pero sí influyente para la opinión pública.

El adoctrinamiento histórico al que fuimos sometidas por lo menos cuatro generaciones de colombianos ha llevado a que la poca historia que conocemos de nuestro país aquellos que hoy tomamos decisiones, en cualquier ámbito, acerca del mismo, sea más producto de la propaganda que de un estudio serio y crítico de la historia de Colombia. Por ello no es raro que hoy mucha gente adoctrinada a través de medias verdades, propaganda, cuando no con mentiras rampantes, durante más de sesenta años, se escandalice por la propuesta del Ministro de Educación designado de llevar el Informe de la Comisión de la Verdad a los colegios, pues su contenido pone precisamente en duda buena parte de la narrativa propagandística que nos vendieron desde niños.

Por tanto, la propuesta de Gaviria es pertinente pero solamente en la medida en que la presentación del Informe se enmarque en un contexto histórico crítico y vaya de la mano con la reinstauración y reestructuración de cátedras de historia seria y actualizada en los colegios.

@Los_Atalayas

Atalaya.espectador@gmail.com

 

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