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Anarkos

Lorenzo Madrigal
13 de diciembre de 2021 - 05:10 a. m.

Me sirvo del poema de Guillermo Valencia para este comentario, con la sencillez de los míos, patinado, eso sí, como los llama Humberto de la Calle, mientras me tilda de anticuado, toda vez que a la gloria de Valencia la cubrió hace rato el orín u óxido de los años. De un buen tiempo para acá sólo existe una gloria literaria nuestra y sabemos bien cuál es.

“Anarkos va, que todo lo deslustra”, dice por allá el poeta payanés, dos veces candidato a la Presidencia. Su poema es evocación y lamento de la pobreza y de la injusticia social. Lo convirtió en programa de gobierno Guillermo León, su hijo, quien sí alcanzó el poder. “El minero jadeante / mira saltar la chispa de diamante, / que años después envidiará su hija, / cuando triste y hambrienta y haraposa, / la mejilla más blanca que una rosa / blanca…”, por cierto un verso algo cojo, inexplicable en su acendrado purismo. Las rosas son por excelencia rosadas y debió detenerse a explicar que estaba pensando en una rosa blanca, que también las hay en el jardín, blanquísimas.

El cuento va a que de la injusticia se pasa a la anarquía, no lo dice Valencia, porque los poetas no dicen las cosas, las ensueñan. Y a mí me llega porque escuchaba la otra noche al precandidato Gustavo Petro y me pareció entenderle, entre preguntas y réplicas (Caracol TV, con Juan Roberto Vargas), que la gente botada a la calle, entiéndase anárquica, podría modificarlo todo en un momento dado frente a los poderes establecidos, porque es allí donde reside la soberanía. Pues sí, en el pueblo, pero no en cualquier gritería tumultuosa. Lo estatuido en derecho no puede estar a merced del bullicio callejero, pues si se han dado normas, es precisamente para controlar el caos.

Anarkos
Foto: Héctor Osuna

En campaña quienes proclaman al viento principios libertarios, una vez llegados al gobierno, reprimen como los que más. Son liberticidas por naturaleza y así lo han demostrado en larga y conocida historia, pero también en la más reciente.

En medio del descuadernamiento que mostraron los precandidatos del llamado Pacto Histórico, la voz de Petro, el primero y principal, acabó de sumir a los del panel y a los televidentes en el desconcierto. Dándole importancia a la anarquía para no desapegarse del populismo, dijo, finalmente, que aplicaría la Constitución del 91, cuya autoría se atribuye. Es la incertidumbre que produce un hombre revolucionario, para quien el desorden es virtud, asomándose al poder supremo.

Qué tal la disparidad de los precandidatos del Pacto en cuanto a su duración, pues para la precandidata indígena, muy segura en sus convicciones, está destinado a quedarse y es lo que entendemos. Para Roy Barreras, quien fue a parar allá, pero ya no como precandidato, es para un período determinado. El tema es de trascendencia, pues por ahí se entenderá el propósito de permanencia del extremismo en el poder.

 

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