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El cumpleaños de Jesús

Lorenzo Madrigal
05 de diciembre de 2022 - 05:30 a. m.

El 25 de diciembre del año 0 de nuestra era, después de Cristo (¡!), nació Jesús. Sí, Jesús, que es la forma como le llamamos en casa, donde, con el mayor descaro, lo tenemos como amigo. Ni don Jesús ni doctor, aunque bien pudiera ser doctor de la Iglesia, que él mismo fundó. Tampoco Jesucristo, que sería muy formal y nos adentraríamos en temas teológicos. En fin, habría otras maneras de llamar al hijo de Dios, al primogénito de María y José, aunque estoy seguro de que él entiende por todas.

De modo, pues, que no es solamente la cuna de Jesús a cuyo borde llegaremos este 25 de diciembre, con alegría, con súplicas, con presentes, compitiendo con los Reyes Magos y tarareando villancicos (“Yo soy Vicentico”, el que aprendí de mi papá, que se llamaba Vicente, lindo nombre, por cierto). Es también, y nadie se pone a pensarlo, el día de cumpleaños de nuestro amigo, el hijo de María y José.

El cumpleaños de Jesús

¿Celebrarían esa fecha los amigos, ya mayores, del señor Jesús (“me llamáis maestro y señor y decís bien porque lo soy”)? No lo creo. No lo conocían de años atrás; tan solo lo vieron cuando los llamó a pescar, diciéndoles a su manera “pescadores de hombres”, aunque no creo que fuera tan cursi. En el Evangelio se dicen cosas que posiblemente no las decía Jesús. Escrituristas sabios avalarán que podamos dudar de los estilos y de las escuelas literarias, de las épocas y los temperamentos de los autores de los libros sacros, de su mutabilidad, sus imprecisiones, su mala memoria (todos escribían sobre recuerdos remotos).

Pero Jesús cumple el 25. Partamos una torta al menos, dietética, aunque tampoco creo en esa merma de azúcares artificiales. Una copita de vino o de sangría y ya. Otra cosa, me imagino yo a Jesús bajo el efecto de dos copas alegronas, en plena juventud, cuando María no le reclamaba nada sino, al contrario, le pedía que les solucionara a los de la fiesta, como la de las bodas de Caná, la falta del “combustible” para terminarla. Es la única fiesta relatada, a cuántas más asistiría quien después de los milagritos fue bien llamado el taumaturgo.

Jesús debía reír y no poco. Siempre lo imagino así: con una hermosísima risa joven, sacada del rostro de María y del bien parecido de José. ¿Cuántos años cumple Jesús? Eso quisiéramos saber. Aparte de tradiciones piadosas, el monstruo milagroso de Galilea no tenía, a la vista, 50 años. ¿Y quién era esta María que lo fue a buscar al sepulcro y lo encontró como un jardinero en el mausoleo de Arimatea, cuando el taumaturgo entonces le increpó, nunca de mala manera: “No me toques, que aún no he subido al Padre” (“Noli me tangere”, palabras que, no por acusar latines, emocionan en su tonalidad bíblica). La interpretación de los hechos corra por cuenta de especialistas; yo no me aventuro a ello, pues un día me equivoqué.

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