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Migremos

Lorenzo Madrigal
18 de octubre de 2021 - 04:59 a. m.

Si algo no podía hacerse con precepitud era la paz. Pero se hizo, a la manera de quienes creyeron hacerla, ofreciendo el resultado de hoy: disidencias por doquier, numerosas (5.000 en armas); dinero nunca incautado; rutas de narcotráfico no reveladas; asesinos confesos a fuer de senadores honorables de la República; atentados nunca vistos al jefe del Estado y a las guarniciones militares; desorden público generalizado y ad portas de la toma del poder por los mismos que insurgieron un día y fueron reiteradamente indultados. Esto último, se dice que todo ha sido por la vía democrática, porque la democracia da para todo, inclusive para autodestruirse.

Pero la paz se hizo porque no podían ser sacrificados más jóvenes en el altar de la patria por causas que apenas conocían. Es la única razón que hizo válida la precipitada decisión de entrega del país a otra razón política.

Migremos
Foto: Héctor Osuna

Hoy se justificaría otro reconocimiento mundial proveniente de quien menos se pensó: del más perseguido y vilipendiado de los presidentes de esta nación, del señor Iván Duque, cuyo sentido humanitario, por el cual no tuvo necesidad de contradecir sus opiniones anteriores, lo condujo sin vacilación al amparo de los migrantes del vecino país y de otras localidades. Qué insólita actitud en el panorama mundial de nacionalidades egoístas, donde la cortedad del planeta nos convierte en celosos defensores cada cual de su territorio.

Alguien, en Casa de Nariño, sintió un dolor grande por la gente arrumada en Necoclí, en balsas inseguras, con niños en brazos, sin techo, sin comida o por los inmigrantes vecinos y decide ofrecerles a estos iguales derechos que a los nacionales, ¿quién hubiera pensado que eso estaría en la mente de un mandatario colombiano que no fuera don Marco Fidel Suárez, que sabía de penurias? La izquierda, empoderada en las redes, no aceptará nunca a este apacible hombre de Estado. Las cosas están ahora para que el bueno, el grande, sea el que viene en mayo del año entrante; el que ya comienza a anunciar la compra de las propiedades de sus enemigos políticos, a los que acabará despojándolos de ellas, al grito chavista de: ¡exprópiese!

El veleidoso Nobel de Paz no se repite en un mismo país ni en cinco años. Tampoco cuenta este Pedro Claver de los migrantes con garantes de gestión como tuvo Santos, quien, derrotado y en ruina moral, encontró para enjugar su mal suceso al comisionado noruego, instalado en la mesa de negociaciones. Esa mañana desolada del 2016, el día postelectoral del plebiscito burlado, todos estaban vencidos: comisionados, garantes y el patrocinador de la paz. La solución podía ser, y lo fue, la milagrosa medalla noruega de don Alfred, el dinamitero. Sin olvidar que el otro artífice dela resurrección del proyecto Santos fue el propio Uribe, a cuyo movimiento se acusa hoy de desalentarlo.

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