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La bofetada estética de Rubiano en el Colón

María Elvira Bonilla
30 de marzo de 2015 - 02:00 a. m.

El escenario no podía ser más contrastante: el solemne Teatro Colón para una producción teatral arrancada de las entrañas del mundo rural roto por el conflicto colombiano.

Fabio Rubiano consiguió, con la fuerza de su creatividad, combinar el humor con el horror. Uno de los pocos dramaturgos que se ha dedicado tercamente a hacer teatro, sin hacerles concesiones a las tentaciones suicidas para los directores de teatro con los formatos de televisión. Asumió el difícil reto de de-construir la tragedia contemporánea colombiana y, sin dejarse atrapar por los clichés mamertos, ni la retórica de la victimización de la realidad, ni la obviedad de la denuncia. Se la jugó por el humor. Difícil apuesta. Y le salió. Aplicó el humor negro, tan colombiano por lo demás, para plantear una reflexión frente al tema de fondo que ocupa al país: venganza o perdón. Víctimas y victimarios pasan al banquillo con un tratamiento escénico, con un libreto, unos diálogos y una actuación que logran conectar al público con tal carga de profundidad que este responde con risa al mosaico de situaciones trágicas y demoniacas sacadas de la realidad que se reconocen en los personajes y las escenas que recrea.

Labio de liebre logró además un avance estético y estremecer a través de la puesta en escena liderada por Laura Villegas. Simple, hermosa, sutil, contundente. Un montaje que irrumpió con novedad y modernidad en el tradicional sanctum-sanctorum de las artes escénicas colombianas y logró agotar la boletería durante el mes que se presentó. Este lleno completo del Teatro Colón es una señal de vitalidad frente al propósito de echar por la borda encopetamientos y falsas pretensiones del pasado. Muy seguramente muchos de los jóvenes que se pararon cada noche a aplaudir estaban también estrenando silletería y descubriendo un espacio que se creía decimonónico, con 121 años de existencia, al que pocos accedían, pero que finalmente se entronizó en el corazón del centro antiguo de Bogotá. La clave, la terquedad de la ministra Mariana Garcés, que junto con el director del Colón, Manuel José Álvarez, propusieron una programación heterodoxa, despojada de prejuicios, dirigida a todos los públicos, con la que consiguieron desmitificar el oropel y justificar con creces la inversión que se ha hecho para su remodelación y el futuro proyecto de ampliación, con lo cual se confirma que renovar es la mejor manera de conservar.

Fabio Rubiano les habla a muchos con esta obra. Pero muy especialmente a los que apretaron el gatillo u ordenaron disparar. “¿Y a qué le puede temer un gran criminal más que a nada? A su pasado, a su cabeza, a lo que hizo, que es imborrable. Y que al final, si llegan a ver esta obra, sientan miedo de su propio pasado”. Como en cualquier obra de arte, cualquier momento creativo que logra consagrarse, muy seguramente Labio de liebre dejará más allá del divertimiento un sedimento en la conciencia. Que esta vez ojalá consiga mover el secreto inconsciente de cada espectador y despierte ese sentimiento de vergüenza que todos debemos llevar adentro. La vergüenza de la indolencia.

 

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