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El camino es “hacia” y no “contra”

María Teresa Herrán
27 de mayo de 2010 - 02:55 a. m.

POR LO GENERAL, LAS ELECCIONES en Colombia se definen contra alguien, y hay cierto fatalismo electoral en decidir que ello tiene siempre que ser así.

Las del domingo no son una  excepción, aunque con una diferencia. Los candidatos son más propositivos y de buena trayectoria. Eso diluye la estrategia de atacar abiertamente al adversario. Pero Santos  lanza sus flechas, con la asesoría subterránea de  J. J. Rendón. Su primo Pacho agrega ahora la tesis del complot, y Uribe dice, oportunamente, que hay candidatos que “asustan”.

El hecho mismo de que los  verdes hayan incluido a Fajardo, a Lucho y a Peñalosa es sintomático de una manera diferente de enfocar la política. No garantiza que todo será perfecto, y  ojalá no caigan en el síndrome del caudillismo salvador. Lo que dijo Mockus de Petro, por ejemplo, es un evidente error, pero en términos generales la campaña verde no se basa en ir contra, algo sino hacia algo.

Para los jóvenes, la confrontación política no es hoy la parte esencial de su motivación. Lo ambiental, lo audiovisual, la necesidad concreta de oportunidades tienen más peso. La respuesta en el campo uribisantista es burlarse y descalificar, lo que no hacen Pardo, Noemí, Vargas Lleras ni candidatos de  menor opción, como Jaime Araújo, cuya verticalidad como magistrado fue contundente.

El domingo, el camino es hacia una Colombia distinta de aquella frente a la cual el juicio de la historia no será tan  positivo como lo quieren mostrar las encuestas, empecinadas en preguntar por Uribe, y no por su gobierno. Sin embargo, el DAS,  el desastre de las obras públicas, los hospitales, el desempleo y el desplazamiento no se van a olvidar con tanta facilidad.

Esto es más que una elección presidencial: es la superación colectiva de una etapa en la que la fuerza y el miedo eran una manera de excluir al otro, en la que la intolerancia terminó siendo violatoria de los derechos de magistrados, periodistas y sindicalistas. Una cadena de desigualdad y corrupción, de jóvenes ejecutados para cobrar recompensas y de tres  ministros ineptos. Ya es hora de pasar la página.

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