El caldo de cultivo para que prospere el proyecto de Tribugá es Buenaventura. Allí se dan todos los excesos y exabruptos de la más impune corrupción, la violencia y una carencia de justicia, que es otra vergüenza más en este país de leyes y leguleyos en el que el billete manda la parada.
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El caldo de cultivo para que prospere el proyecto de Tribugá es Buenaventura. Allí se dan todos los excesos y exabruptos de la más impune corrupción, la violencia y una carencia de justicia, que es otra vergüenza más en este país de leyes y leguleyos en el que el billete manda la parada.
De esto están hasta la coronilla los inversionistas, la opinión pública y todas las entidades oficiales que presencian día tras día la ineficacia y el roba-roba. Esa desmotivación ha llegado a extremos tales que en el desespero han llevado a afirmar que lo mejor es olvidarse de ese bello puerto del mar y construir otro en un lugar distinto.
De ahí nace la opción de Tribugá, que tiene todos los inconvenientes: hay que meterse selva adentro con la indispensable carretera y el deterioro medioambiental que significa destruir una reserva natural mundial como es esa franja territorial del Chocó.
Otro inconveniente es la profundidad que tiene el lugar escogido y que no es suficiente para que ingresen los modernos barcos de gran calado, requiriéndose entonces un dragado que elevaría por las nubes el costo del proyecto.
Pero hay más: en la actualidad operan cinco puertos en Buenaventura que están trabajando al 40 % de su capacidad. Como se habla de inversionistas privados que se le medirían a financiar Tribugá, uno se pregunta ¿quiénes serían los que, conociendo estas cifras, le jalarían a tan arriesgado negocio?
Por otra parte, como detrás de Tribugá están los paisas que fueron capaces de construir semejante aeropuerto —ahora con un túnel que reducirá el tiempo que se gastaba al casco urbano de Medellín de una hora y más a solo 15 minutos— y además sacaron adelante el único metro que hay en este país, pues no sería raro que hagan lo propio y dejen a Buenaventura viendo un chispero, así resulte peor el remedio que la enfermedad.