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Preguntas extemporáneas a Rubén Darío

Mario Méndez
27 de febrero de 2024 - 02:00 a. m.

Texto leído con motivo de los 108 años de la muerte del poeta nicaragüense, en el acto de la embajada de ese país el 6 de febrero pasado en la Biblioteca Luis Ángel Arango.

Siempre en tu poesía preguntas sobre la vida, sobre el amor, sobre lo eterno y sobre lo efímero y lo prosaico y lo divino.

Ahora, en los 108 años de tu despedida del mundo, yo te pregunto, asombrado, bardo eximio: ¿De qué yacimiento extraes el estro para decirnos que alguien puede “ir al sol por la escala / luminosa de un rayo”? ¿Cómo se te ocurre aquello de que “y en un vaso, olvidada, / se desmaya una flor”?

De tu producción, Darío, con frecuencia releo una estrofa que conmueve, como me conmovió hace 70 años cuando la leí por primera vez. Es tomada de aquel estremecedor “Responso a Verlaine”: “Que tu sepulcro cubra de flores primavera; / que se humedezca el áspero hocico de la fiera, / de amor, si pasa por allí; / que el fúnebre recinto visite Pan bicorne;/ que de sangrientas rosas el fresco abril te adorne / y de claveles de rubí”.

A la vez, quizá Verlaine —hermano tuyo en el modernismo— te perturbe con su vida miserable, para que una fuerza colosal saque de tu corazón esas palabras, pero… ¿es posible cristalizar tales versos sin ayuda de las entrañas del universo o sin que seas el vehículo de nuestra señora de Atenas? Porque para hablarle así al amante de Arthur Rimbaud se requiere ser preferido de Palas Atenea.

Y en el terreno de la política, en la defensa de tus principios y tu clara incapacidad para el sometimiento, ¿cómo consigues usar tu cálamo con tanto acierto contra el imperio de Theodore Roosevelt, cuando el usurpador lanza su “I took Panama” con ocasión de la dentellada feroz de 1903 contra Colombia? ¡Ahí te debemos una, poeta!

Ahora hablemos del diálogo. Como a veces los de tu estirpe platican con los animales, tú lo hiciste con el interlocutor de Francisco de Asís en “Los motivos del lobo”. Allí no solo están las reflexiones de la bestezuela, dolida de la conducta humana. Se nos ocurre que el mamífero puede ser un pretexto para señalarnos de indolentes con el otro, con el semejante a quien maltratamos en la cotidianidad compartida. ¿Acaso no se le niega a ese otro su naturaleza, nuestra propia naturaleza?

Cuando culminas tu coloquio con la fiera, recuerdas las primeras palabras del padrenuestro, las que impávidos repiten aquellos que se resisten a reconocer el derecho a la justicia. Son los mismos que, en contradicción con la doctrina que dicen defender, se atraviesan en el camino que alguien quiere trazar en beneficio de la fiera transmutada en el torrente humano que suele atacar como el hermano de Francisco. Y ataca porque lo atacan al entorpecer su vida.

A ver si por fin entendemos aquella advertencia del lobo: “Hermano Francisco, no te acerques mucho…”.

* Sociólogo, Universidad Nacional.

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Jaime(21584)27 de febrero de 2024 - 06:17 p. m.
Mario, qué bien que continúes en tu labor de columnista . La convocación de los poetas y la poesía siempre serán necesarias y gozarán de actualidad!
Gines de Pasamonte(86371)27 de febrero de 2024 - 01:07 p. m.
¿Cómo se te ocurre aquello de que “y en un vaso, olvidada, / se desmaya una flor”? Como se le ocurrió a William Blake la tremenda pregunta en su poema “El tigre”: ¿”Aquel que hizo al Cordero, te hizo a ti”? Ruben Darío, de los grandes poetas de América.
DONALDO(67774)27 de febrero de 2024 - 11:04 a. m.
Estos escritos son un oasis en el desierto de la política, esa infinita monotonía.
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