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Pequeña historia de la economía

Martín Jaramillo
05 de enero de 2019 - 05:00 a. m.

La economía podrá haber empezado con Adam Smith a finales del siglo XVIII, pero el comercio, las transacciones y el comportamiento humano frente a la escasez que estudiamos en esta ciencia ha existido desde el origen de la humanidad.

Las transacciones económicas empezaron desde el día que una persona se encontró con otra y se le ocurrió que podía intercambiar algunas de las manzanas que había recogido ese día por una porción de la carne que la otra persona había cazado. Ese intercambio permitió que ambos consumieran más productos con el mismo trabajo.

Al enterarse de las bondades de la división del trabajo, cada persona resolvió optar por hacer lo que mejor sabía hacer para después intercambiar; mientras los que tenían mayores habilidades físicas se dedicaban a cazar animales, quienes tenían mejores habilidades con las manos hacían abrigos, hasta que llegó un punto donde ya había quien cazara, quien tejiera, quien cuidara los niños e inclusive quien prestara servicios sexuales.

Eso hizo que los humanos dependieran cada vez más del otro y tuvieran sociedades más unidas. Con un tejido social más fuerte, las transacciones empezaron a ser más complejas y aún más beneficiosas; ahí le pude explicar a mi prima la importancia de la honestidad y la confianza cuando se pretende hacer negocios.

En esa sociedad con más confianza, si Juan enfermaba y no podía salir a trabajar para traerle a su familia el alimento del día, podía ir donde Pedro y pedirle diez papas y diez puñados de arroz. A los días, cuando Juan se aliviase, le pagaría once papas y once puñados de arroz, un poco más de alimento del prestado por la molestia de aguantar algo de hambre o trabajar un poco más en el pasado.

Eso se llama un préstamo y esa comida adicional que Juan le da a Pedro se llama interés, lo que cobra Pedro por aguantarse esa molestia. En esta transacción no hubo un banco, no hubo dinero y tampoco un mercado con la tecnología de hoy.

Cuando se le pagan intereses al banco, al Icetex o un familiar, se paga por el servicio de que otra persona no gaste recursos hoy para uno poderlos gastar. Lo que ahorra o se usa son recursos: el puñado de arroz, las papas, el carro a crédito o la casa del crédito de vivienda, el dinero y los bancos son apenas herramientas para hacer esa transacción.

Del desconocimiento de este principio básico vienen muchas críticas que se le hacen a los bancos y a los programas como el Icetex (que no solamente prestan la plata, sino que el gobierno nacional paga parte de los intereses). Como si ese servicio, por el cual se cobra hace cientos de años, de la nada se volviera gratis.

El crédito es lo que permite que muchas personas puedan comprar casa, carro y puedan estudiar. Es lo que nos salva el día que llega un gasto inesperado, también es lo que hace posible que nuestros ahorros crezcan y nos den una pensión digna. El crédito es el mejor amigo del emprendedor que necesita abrir un nuevo local, contratar un ingeniero, lanzar un producto o abrir una línea. Ni Apple, ni Alpina ni Ecopetrol podrían haberle dado tanto valor a la humanidad sin haber sacado créditos.

Resulta que tampoco hubiera tenido éxito la campaña de la Colombia Humana, cuyos integrantes suelen ser los más feroces críticos de quienes prestan plata. Eso, por supuesto, a menos de que sea para que se la presten a ellos.

Nota: En su más reciente campaña, la Colombia Humana pidió prestados 12.000.000.000 de pesos del sector financiero, a tasas por supuesto mayores que las del ICETEX. Son grandes usuarios de los bancos que tanto demonizan, lo cual sigue siendo preferible a recibir dinero en bolsas.

@tinojaramillo

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