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Petronomics y el impuesto anti–startups

Martín Jaramillo
03 de septiembre de 2022 - 05:00 a. m.

La llegada de la izquierda al poder en este preciso momento tiene complejidades adicionales para quienes se quieren tomar en serio el papel de la filosofía política y las ideas en la sociedad. Digerir el banquete que tenemos al frente con la economía de Petro no será fácil, pero con la más reciente reforma tributaria tenemos indicios.

A la fecha, es difícil descifrar si el gobierno petrista, y su política económica, será del corte de Mazzucato, donde el Estado utiliza la regulación, la participación pública y la colaboración público-privado para lograr objetivos públicos, o si será Pikkettiana: con un enfoque obsesivo en la desigualdad, incluso poniéndola como un objetivo superior al de la reducción de pobreza. Tampoco sabemos si a esas versiones anglosajonas que hoy aparecen en los discursos presidenciales las empezarán a codear las locales. ¿Qué va a pasar con los cepalinos proteccionistas (enfocados en el comercio y los grupos de interés)? ¿O los de la economía popular de toda la vida (enfocados en la economía del rebusque)?

Todo parece indicar que ―incluso en medio de contradicciones― el plato de petronomics tendrá un poco de todo. También sabemos que será un plato aguado, diluido entre algo de tecnocracia y clientelismo de toda la vida.

Pronto habrá tiempo para desenredar el sancocho ideológico que apenas ahora se cocina en las discusiones de pasillo. Pero antes de pensar en el plato fuerte, tenemos que digerir la entrada que tenemos servida.

Esta reforma no es apocalíptica. Es de hecho un alivio comparada con las expectativas que teníamos con Petro redactando política fiscal desde Twitter. Eso sí, hay elementos que se deben eliminar de tajo, especialmente los que le ponen freno de mano a la competitividad del país. Propongo que el primero que se elimine sea el impuesto al patrimonio: o el que se configura como el impuesto anti-startups según la forma en como está redactado.

Pero un momento. Vamos con un bocado a la vez.

En esta tributaria se propone un impuesto al patrimonio. Esto quiere decir que ya no solo nos van a cobrar dinero por lo que ganamos, sino también por lo que ahorramos. Si usted, por ejemplo, gana 100,000 pesos en un negocio, el gobierno (simplificando un poco las cuentas) le quita 35% en impuesto de renta empresarial y acto seguido un 39% de impuesto a los dividendos que le entren a su cuenta de banco. Con esa plata, usted tiene que pagar el 19% de IVA sobre lo que consume y lo correspondiente a ganancia ocasional sobre los rendimientos de lo que ahorre.

Mientras en el mundo entero se debaten sobre la inconveniencia de la doble tributación de imporrenta y dividendos, acá el debate que nos proponen es subirles a las dos tributaciones y fuera de eso ponernos una tercera. Triple tributación a la colombiana.

Con un agravante, y es que con la forma en como está redactado implica la estocada final para la inversión de startups en Colombia. El segundo bocado es un ejemplo de la ANDI del futuro: una científica de la Universidad Nacional levanta inversión internacional para su empresa de health-tech que busca encontrar nuevos tratamientos contra el cáncer. Los inversionistas ponen cien millones de dólares a cambio del 20% de la compañía.

El primero de enero de 2023, la científica es dueña del 80% de la empresa, y ahora tiene 100 millones de dólares para financiar por un par de años a otros biólogos y científicos naturales para el desarrollo de su investigación. Sin embargo, llega la DIAN a decirle que dado que su patrimonio (medido como valor intrínseco, como manda la actual Reforma Tributaria) llega a 80 millones de dólares, ella debe pagar 800,000 dólares en impuestos, casi 4 mil millones de pesos en impuesto anti-startups.

Todavía no ha pagado salarios, no ha sanado un enfermo, no ha devuelto un peso a inversionistas y ya llega el Estado a reclamarle casi un millón de dólares. Mientras tanto, su competencia, que tiene residencia en el extranjero, puede contratar esos mismos científicos, en el mismo edificio que ella, con el mismo objeto social, pero no va a tener que pagar un peso porque cuando los dueños son extranjeros se excluye el impuesto al patrimonio.

Este es un bocado difícil de digerir, incluso para el comensal de más estómago. Lo primero que necesita el sancocho tributario que nos proponen es que se elimine el componente que resulta siendo veneno para las empresas más innovadoras del país, el resto lo podemos discutir más adelante.

Martin.jaramillo@email.shc.edu

@tinojaramillo

 

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